El obispo presenta su renuncia ante el papa al cumplir 75 años

Bajo secreto pontificio, Julián López Martín empezó a buscar información sobre León en los libros en cuanto le anunciaron que dejaba la Diócesis de Ciudad Rodrigo para trasladarse a León como nuevo obispo. Era marzo de 2002. Ya entonces dedujo que la gente se empezaba a ir de León y que tendría que reorganizar las parroquias, anunció en su primera entrevista a este periódico. Confesaba cierta debilidad por la comunión entre León, Zamora y Salamanca. Aquel intelectual del estudio litúrgico cumple hoy 75 años —18 de ellos como obispo de León—, edad que el canon 4011 del Código de Derecho Canónico establece para rogar que presente la renuncia de su oficio al papa, «el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias».

En este sentido, monseñor López Martín debe esperar a que le comuniquen el relevo, circunstancia para la que no hay límite de tiempo y que debe ser propuesta por el nuncio apostólico de España en función de los candidatos posibles y su perfil. Y en este momento no parece tarea fácil si se tiene en cuenta que la Diócesis de Astorga no tiene obispo desde el fallecimiento de Juan Antonio Menézdez hace casi un año y que su gestión la lleva un administrador diocesano nombrado por el Consejo de Consultores. En el entorno más cercano, Zamora tampoco tiene obispo desde la muerte de Gregorio Martínez Sacristán en septiembre del pasado año. En Ciudad Rodrigo, destino anterior de Julián López Martín, también está sin obispo tras la renuncia de Raúl Berzosa. En este caso hay un administrador apostólico que es el obispo emérito de Ávila, Jesús García Burillo, y que elige directamente la Santa Sede.

Por esta razón, la fecha de la despedida del obispo de León es una incógnita incluso para él. «No tengo inconveniente en manifestar que lo he cumplido permaneciendo, con absoluta paz, a la espera de la respuesta de Su Santidad el Papa a través del medio que estime oportuno».

SERVICIO PASTORAL

En declaraciones con motivo de su septuagésimo quinto cumpleaños, el prelado, originario de Toro (Zamora), recuerda: «He conocido a muchos obispos a lo largo de mi vida y, desde que se estableció el referido precepto, todos cumplimentaron la referida disposición. No es un mandato sino un ruego importante, prudente y significativo, acogido generalmente con responsabilidad y solicitud, de manera que se ha convertido en práctica habitual».

Y precisa que «ante esta circunstancia es explicable la curiosidad y un cierto morbo en ambientes clericales e incluso laicos, quizás porque se ha considerado el ministerio episcopal como una forma de poder, de influencia o de prestigio no solo en el ámbito estrictamente eclesial. Cuando, en realidad, es y ha de manifestarse como un verdadero servicio pastoral a pesar del peso de una imagen que tiene que ver con modos de pensar y de actuar más propios del pasado que del presente, tanto en el ámbito estrictamente eclesiástico como en el civil y social».