Diario de León

Patrimonio ferroviario

Las Japonesas volvieron a León

Las legendarias locomotoras 269 regresan en una segunda vida al territorio que formó su base Las máquinas fueron subastadas en lotes hace dos años para enjugar deuda de Renfe

León

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Por las incontables veces que las legendarias 269 tiraron de la economía por la rampa de Pajares o contuvieron las prisas por llegar mientras se ajustaban a ese terreno exigente de la caída del Manzanal; por los tiempos en los que la plaza ferroviaria de León era referente en la maraña de los caminos de hierro; por las décadas doradas de los setenta y ochenta, imposibles sin el concurso de este prodigio de locomoción ferroviaria, el regreso de las Japonesas a León forma parte de un capítulo emocionante en la historia reciente del ferrocarril. Las 269 formaron parte de una operación de subasta que hace dos años acometió la empresa ferroviaria pública para tratar de enjugar las pérdidas acumuladas en la división de mercancías; muchos elementos de aquel parque móvil estaban asignados a la base de León. Entre ellos, y sobre ellos, se elevaba el perfil de máquina que revolucionó el transporte por tren a partir de los años 70 en España; por la eficiencia, la potencia, la mecánica, las prestaciones que no han cedido un ápice, como se demuestra en la valía que ofrece aún este material.

La segunda vida de las 269 tiene ingredientes de capricho; como el destino. Algunos lotes de aquella subasta de la compañía ferroviaria fueron adquiridos por la empresa Low Cost Rail. Y este operador encomendó alguna de sus últimas misiones comerciales a las máquinas que tienen tatuado en su amplia hoja de servicios el mapa de raíles de la provincia de León, de norte a sur, y oeste a este.

El currículum vitae de las 269, de todas sus versiones, es parte de la biografía de la historia del ferrocarril en la provincia leonesa; los encargos, los trasiegos entre el cordal, las largas jornadas entre costas de esos veranos que exprimieron la península y que comenzaron a acercar el Cantábrico al Mediterráneo, el bullicio de los mineros y los siderúrgicos, ahora que sobre esa tela se teje una plataforma para dar salida a la alta velocidad hacia el norte y al corredor europeo atlántico hacia el oeste, por la vieja vía convencional.

El hábitat
Las 269 llevan tatuado el mapa de vías de León en su biografía, en una hoja de servicios impecable

El retorno a las 269 que fueron a buscar nuevas oportunidades se produjo con motivo de alguno de los transportes para surtir de acero a un nuevo negocio enclavado en el corazón de la provincia, en el una nueva ruta; así retomaron el camino que tantas veces habían recorrido, del puerto al interior.

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Estas locomotoras adquieren el apodo debido al origen de la patente que licenció su fabricación, la nipona Mitsubishi, que acertó con la gama más amplia y relevante de las máquinas de tracción eléctrica de la que llegó a disponer Renfe en el último cuarto del siglo pasado y que permitieron la última expansión notable de la actividad ferroviaria. Más de doscientas cincuenta unidades de estas locomotoras salieron de las líneas de motores hasta que en 1985 su evolución dio sentido a otro perfil. Tiraron de los trenes de viajeros, de los modelos estrella, de los talgos, y de mercantes. En todas sus formas y versiones posibles, incluida esa formación en tándem, que le hace tan resolutiva en condiciones adversas, por orografía o elementos extremos. Quizás, por eso, por el hábitat del entorno al que tenía que dar respuesta, León fue una de sus bases más importantes.

El regreso puntual de las 269 que encontraron una segunda oportunidad para tanto talento como atesoran se produce en mitad de un ciclo de cambio; la liberalización del transporte ferroviario ha elevado la presencia de operadores privados y repliega a la división de mercancías de Renfe. Y las 269 están ahí. Siguen ahí. De testigo de cargo. De carga, para más fidelidad con el cometido.

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