AP-71, el patito feo del peaje en León
La autopista leonesa no tiene hueco en el frente político que aboga por liquidar las autopistas de pago en el noroeste

Entronque de la ronda Sur con la León-Astorga
Está por evaluar cuánto deja de crecer el polígono de Villadangos por la trampa del peaje de la autopista León-Astorga; frente al cálculo de previsiones de ingresos de concesionarias para presionar con la liberalización de otras autopistas de pago, la AP-71 ofrece unas tablas de medidas más accesibles: el recuento de la resta, de la cifra que condiciona la expansión económica y el desarrollo de la actividad en esta arteria principal de la provincia, el fluido social que circula por el corredor del Camino de Santiago. El peaje de la León-Astorga vuelve a quedar relegado entre los grandes planes de las administraciones, asociaciones profesionales, colectivos de inspiración civil, afanadas en la campaña final por la eliminación de los pagos en las autopistas de este extremo del territorio peninsular, que es periferia de la periferia de sí mismo. En el abajo el peaje de la AP-9 gallega y el abajo del peaje de la asturleonesa AP-66 no queda hueco para el abajo el peaje de la AP-71, que es el cepo que durante 23 años atenaza toda la afluencia en la arteria central de la provincia leonesa, el paso entre autovías, la alta capacidad para conectar los dos referentes poblacionales del territorio, León y Ponferrada, el emprendimiento sobre ruedas para los principales hitos y asentamientos industriales que han podido florecer a la orilla de este tramo.
Apartado de ese ruido, el peaje de la León-Astorga observa con envidia la agitación que se organiza para echar abajo el mismo sistema para los enlaces entre León y el Principado, o el que acordona el perímetro oeste de Galicia. Ejemplo de modelo de desarrollo, los políticos en el poder jamás han podido responder al interrogante que genera la causa por la que hay que pagar para circular por alta capacidad entre León y Astorga y no entre Valladolid y Tordesillas. Modelos de desarrollo. Este que retuerce la AP-71 se extenderá hasta el año 2055, lo que le convierte en una de las concesiones más longevas de todo el mapa de las autopistas de pago del país, además de competir en un lugar destacado por el liderazgo en la carestía del kilómetro recorrido. 37,7 kilómetros que no encuentran hueco en las mociones y reivindicaciones que desde hace unas semanas y por los próximos meses de vísperas electorales van a acosar la pervivencia de la asturleonesa y la atlántica, con frentes de unión de gobiernos autonómicos que ponen sobre un fondo nítido el agravio que sufre el noroeste por la hipoteca de las autopistas de pago. El lastre para León con la AP-71 no está aún evaluado, mientras la autopista vivió en el último ejercicio los números de clientes más solventes en sus veintitantos años de vida, con incrementos de tráfico en la intensidad media diaria por encima de los cinco mil seiscientos vehículos, con especial relevancia entre el segmento de pesados (ya supera con creces la línea de los setecientos, con un alza porcentual de casi el 10%).
La León-Astorga sale a colación cada vez que la N-120 rebosa de circulación; cada vez que se recuerda que el tributo de los turismos redondea las mil pesetas por trayecto, y cada vez que los políticos de la bancada de la oposición cargan las tintas con la tarifa de La Magdalena y León recuerda que tiene otras en el patio trasero de Villadangos y Hospital de Órbigo. Así saldrá desde esta semana a escena, en mitad de las conversaciones que fabulan con la liquidación de la asturleonesa y la gallega, mientras se prepara para el nuevo relato para encajar que el noroeste borre autopistas de pago y mantenga en pie la AP-71. De la España de las dos velocidades al León de dos niveles, mientras los cuatro carriles entre la ronda sur y la A-6 en la vega del Tuerto buscan un mecenas que eleve la súplica para evitar apoquinar otros treinta años. El peaje de la León Astorga sueña con que el bloque del noroeste le haga un hueco en las reivindicaciones.