Diario de León

Barbate, territorio narco donde la Guardia Civil no es bienvenida

David Pérez, guardia civil leonés asesinado por el narco. DL

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Juan Cano
León

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La taberna del puerto de Barbate está decorada con fotos en blanco y negro de la antigua flota pesquera, que superaba el centenar de barcos de arrastre (ahora se pueden contar con los dedos de las manos). El bar está a rebosar, pese al temporal y la lluvia. "Esto está siempre así de lleno, no es por lo de anoche", anuncia el camarero. "Lo de anoche" es el asesinato de dos guardias civiles -Miguel Ángel, de 39 años, y David, de 43- y las graves lesiones sufridas por otros dos compañeros mientras hacían su trabajo. 

Los cuatro agentes navegaban a última hora de este viernes en una pequeña neumática del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) cuando fueron arrollados por una narcolancha en la bocana del puerto barbateño. 

En la taberna no se habla de otra cosa. En la puerta se forman pequeños corrillos en torno a algún teléfono móvil que muestra un nuevo vídeo o la última hora sobre el suceso. "Eso no se hace, meter semejante ruina en las casas de esos guardias", se lamenta un tipo escuálido, con barba de un par de días, mientras apura una copa de anís (1,30 euros) y trata de averiguar con el camarero si alguien le pagó la anterior.

La mayoría de los clientes son marineros sin barco, varados en tierra o reciclados en otras profesiones con las que "ir tirando" y esquivar el paro. "Yo soy patrón, pero ahora trabajo de albañil. Aquí no se puede vivir del mar", se queja uno de ellos mientras cabecea al pensar en la maniobra de la narcolancha. "Podían haber dado una 'guiñá' (guiñada, término marinero utilizado para describir un giro o desvío de la proa) y esquivarlos". 

En lugar de eso, pasó por encima de los guardias civiles. La escena, filmada desde varios móviles del público, avergüenza hoy a Barbate, localidad que este sábado se echó a la calle para mostrar su repulsa en un sentido minuto de silencio. Desde el espigón de tierra se escuchaban vítores y olés de un grupo de personas que jaleaban las pasadas que las narcolanchas daban alrededor de la neumática de la Guardia Civil, como si la estuvieran toreando.

 "Eso son cuatro 'mataos'", añade el tipo enjuto del bar, que no quiere dar su nombre. Otro pescador afirma que son "niñatos" que frecuentan el espigón para fumar porros a la espera de que el mar devuelva algún fardo a la deriva. "Busquis, ya sabes", apostilla, en alusión al término busquimano, que es como se conoce a los rastreadores de alijos perdidos.

En el espigón de fuera, un trabajador de una draga grabó con su teléfono el momento del impacto, que se produjo a escasos metros de su posición. "Mi madre... ¿qué hace la Guardia Civil con esa lancha de mierda?", se les escucha decir en el vídeo, compartido en redes sociales. "Pues con lo que tienen aquí (en Barbate)... No tienen otra cosa". Acto seguido, uno de ellos dice: "¡Tirarse al suelo, que son tiros!".

La desigualdad de la lucha El tipo delgado del bar también escuchó las detonaciones: "Había sacado a pasear al perro. Siempre hago el mismo recorrido: bajo al paseo y me meto por la playa. Y ya vi el follón, había más gente que en la feria". Oyó, dice, un primer disparo. Luego dos más. Ahí se marchó corriendo a casa. La persecución no sólo escenifica el lado más salvaje del narcotráfico, sino también la desigualdad de la lucha. La embarcación de los guardias tiene seis metros de eslora y un motor de 60 caballos. La narcolancha la dobla en tamaño; suelen estar provistas de tres o cuatro motores de 300 CV que las convierten en un bólido sobre el agua. "Una goma de esas vale más que mi casa", expresa un trabajador del puerto. En Cádiz es rara la semana que no circulan en redes sociales vídeos de cómo los narcos vacilan a las patrulleras. "Esto es diario. Pasan delante de los agentes, les hacen 'calvos'... Lo único que ha cambiado es el desenlace", sostiene María del Carmen Villanueva, la secretaria provincial de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), que denuncia la "alarmante" falta de medios frente al narco. Barbate pretende superar el estigma de la droga. "No es gente de aquí, eso en Barbate no ha ocurrido jamás", afirma un joven vestido con un mono de mecánico que asegura no tener nada que ver con ese mundillo y que trabaja en un taller. La Guardia Civil ha detenido a ocho personas en las últimas horas dentro del dispositivo que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado han desplegado para identificar y detener a los implicados en el suceso. Tres de los detenidos, españoles de 21, 24 y 28 años de edad y con antecedentes por tráfico de drogas, atentado a agente autoridad, lesiones, delitos contra el patrimonio y blanqueo, iban en la narcolancha que pasó por encima de los agentes. Mientras, otros dos detenidos, de 34 y 54 años, con antecedentes por tráfico de drogas y contrabando y también españoles, eran los encargados de recoger a los tripulantes de la embarcación. Los últimos tres arrestos eran tripulantes de la lancha y trataron de esconderse en el monte.

Dentro de la bocana En la taberna del puerto cuentan que todo empezó hace aproximadamente un mes, cuando la primera goma se refugió dentro de la bocana, junto a la draga, huyendo del temporal, algo que no había sucedido nunca en Barbate. Los narcos la amarraron a una de las dos boyas de señalización del espigón exterior. "No pasó nada. La Guardia Civil no se metió con ellos. De vez en cuando daban una vuelta con el dron para ver que estaba vacía y ya está", explica el joven mecánico.

Pero luego llegó la segunda. Y la tercera. Se corrió la voz y llegaron a ser seis. Y la Guardia Civil ya sí actuó y por eso los cuatro agentes se subieron en una neumática de seis metros con la intención de espantarlos. "Pero eso no tiene nada que ver con Barbate", insiste el joven. "Por favor, escríbalo. Aquí puede quedar algo [de narcotráfico], pero poca cosa". Están preocupados por la imagen del pueblo, "que estaba empezando a remontar", y cómo le puede afectar cara al turismo, la esperanza que llega con el buen tiempo a esta tierra.

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