Diario de León

El nombre aporta una referencia de espiritualidad al noménclator de calles

Santa Joaquina de Vedruna

Escultor Rivera y Doctor Palanca delimitan la calle de Santa Joaquina de Vedruna

Escultor Rivera y Doctor Palanca delimitan la calle de Santa Joaquina de Vedruna

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León

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Resulta reconfortante encontrar en el noménclator bañezano una referencia espiritual como la que aporta Santa Joaquina de Vedruna, calle que partía tiempo atrás de la arteria bautizada en honor a José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange. Pero tras el acuerdo municipal adoptado en las Navidades del año 2000, todas las referencias dedicadas a personajes de la cruenta Guerra Civil de 1936 fueron borradas de un definitivo plumazo. Así la arteria pasaría a denominarse Escultor Rivera, constituyendo como decimos el punto de partida de nuestra calle protagonista. Ubicada en la barriada que se agrupa en torno a la capilla de Nuestra Señora de Angustias y Soledad, obligada referencia religiosa para los vecinos, la calle dedicada a Santa Joaquina de Vedruna presenta un mediano trayecto y edificios de estampa actual, entre los que se intercala algún residuo urbano peor o mejor remozado. La vía finaliza en la calle que homenajea al recordado doctor Palanca, encontrando en este tramo último hasta dos placas indicativas que nos repiten la denominación de la calle. Aunque, curiosidades de la vida, mientras que la más actual sólo señala a Joaquina Vedruna como titular de este espacio urbano, la antigua, realizada en mármol blanco, recoge el Joaquina «de» Vedruna en su totalidad. Sea de una u otra forma, está claro que la arteria rinde homenaje urbano a la santa que inspirara la creación de la orden de las Madres Carmelitas, una mujer a quien también la capital leonesa dedica una calle. Hija de Lorenzo Vedruna y Teresa Vidal, Joaquina nació en la localidad barcelonesa de Horta un 16 de abril de 1783. Perteneciente a una distinguida familia catalana y a pesar de su fuerte inclinación a seguir una vida dedicada a la reflexión religiosa y a la oración, la muchacha acató la decisión paterna y, apenas cumplidos los 16 años de edad, contrajo un ventajoso matrimonio como el magistrado don Teodoro Más. Corrían, sin embargo, tiempos difíciles tras el desbarajuste institucional en que había caído la corona española gracias, y es un decir, al rey Carlos IV y a su hijo, el nefasto monarca Fernando VII. Aprovechando el embrollo y dispuestos a añadir otro país a su nómina de conquistas, los ejércitos de Napoleón Bonaparte tomaron el país a sangre y fuego, provocando la frontal respuesta armada de los patriotas españoles.

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