Diario de León
La Dolorosa y San Juan se encuentran en la plaza Mayor en uno de los momentos más álgidos de la procesión de Los Pasos que cada Viernes Santo organiza el Dulce Nombre. RAMIRO

La Dolorosa y San Juan se encuentran en la plaza Mayor en uno de los momentos más álgidos de la procesión de Los Pasos que cada Viernes Santo organiza el Dulce Nombre. RAMIRO

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CAPILLOS ARRIBA PABLO RIOJA BARROCAL
León

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S an Juan se salta el protocolo y no sigue a los doce. Sabe que su destino es otro. Debe encontrarse con su madre cara a cara y rendirle culto. Es Viernes Santo, el gran día ha llegado ya. El discípulo amado enfila la plaza San Martín. Solo, consciente de que una gran muchedumbre le espera a unos pocos metros.

El resto aguardan pacientes en una plaza donde este año se vivirán varios encuentros y quizá algún que otro desencuentro. Encuentros de familiares que apenas se ven el resto del año —ya ni por Navidad— pero a los que les une un amor incondicional por su Semana Santa. Comparten paso, desayuno y en algunos casos incluso almohadilla. Encuentros de vecinos y amigos en un balcón que hoy se cotiza al alza, un palco VIP de altura que el resto del año no valdría un real. Encuentros en el bar de la esquina, con el mismo camarero que desde hace décadas se levanta a las tres de la mañana para aprovisionar a los más débiles, para reírle las gracias a los colegas, para escuchar las historias que surgen bajo el capillo, sin más recorrido que un mero desahogo. Encuentros de bandas que escuchan a otras bandas sin vacilar, sin que una nota suene más alta que la otra.

Encuentros entre abades, seises y responsables de la Junta Mayor. Hoy nadie quiere perderse el espectáculo, hoy todos visten sus mejores galas, hoy la foto se hace hoy pero no saldrá mañana. Encuentros con paisanos de los que sólo nos suena su cara de verlos en otros encuentros, amantes de un momento único que viven a pie de calle, junto al pueblo llano. Encuentros con la cruda realidad, que esta vez además de cebarse con el de siempre puede que provoquen un desencuentro mayor. Explícale tú a la señora María que su escaño en mitad de la plaza se subasta al mejor postor. Desencuentros entre los que llegaron, vieron pero no vencieron, o quienes fueron, pero apenas pudieron ver. Desencuentros entre los partidarios del sí y los del no, entre aquellos que parecen haber inventado esto de la Semana Santa y los que ven más allá de sus narices.

San Juan aparece de la nada. Joven, virtuoso, lleno de vigor. Ya está cara a cara con La Dolorosa, solo a sola. Las marchas ahogan el silencio, los aplausos se intuyen, los bailes se intensifican. El ‘preferido’ hinca la rodilla en señal de respeto. La Virgen siente unos segundos de consuelo. Ha entendido cuál es su misión desde ahora. Los hermanos de las primeras filas se dan la mano mientras los seises se funden en un interminable abrazo. Un año más la tradición se ha cumplido en Viernes Santo. Y mientras el tiempo vuelve a ponerse en marcha, León entero ha vuelto a vivir El Encuentro.

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