Diario de León

Ellos tenían una granja en Anglesey…

Y pergeñaron el primer todoterreno ‘civil’ . En 1947, los hermanos Wilks (Maurice y Spencer), directivos de Rover, pergeñaban el primer todoterreno para uso civil: el robusto chasis de un Willys de la II Guerra Mundial, le serviría a Maurice para asentar —tras esbozarlo sobre la arena de la playa de Red Wharf— un motor Rover de gasolina, una caja de cambios y un eje trasero. Resultado: un cajón metálico, cuadradote y de líneas tan rectas, que —casi— han llegado así hasta nuestros días… había nacido el primer Land Rover.

Casi cinco décadas en el papel de todoterreno ‘puro y duro’; ninguno como el Defender ha representado tanto, y tan bien, el espíritu de Land Rover.

Casi cinco décadas en el papel de todoterreno ‘puro y duro’; ninguno como el Defender ha representado tanto, y tan bien, el espíritu de Land Rover.

Publicado por
J. F. Z.
León

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Dibujado… en la arena. La bahía británica de Red Wahrf, en Anglesey, le sirvió a Maurice como improvisado tablero de dibujo, lo demás ya vendría rodado: por tierra, agua y —casi— cielo (alguna de las expediciones prácticamente lo tocaron) el Land Rover… forjaba su leyenda.

En 1947, al volante de un Jeep en su granja de Anglesey, Maurice y Spencer Wilks, a la sazón director técnico y consejero delegado de Rover, reflexionaban sobre la posibilidad de un vehículo para el trabajo agrícola… aún por inventar.

El robusto chasis de un Jeep Willys —los había a montones en la posguerra británica—, salpimentado con elementos mecánicos de Rover y la ‘original’ idea de un puesto de conducción en posición central —no prosperó… claro— que, según Maurice, serviría tanto para mercados de conducción a la derecha como a la izquierda, daría origen —‘eso’ sí que prosperó… y venció al tiempo— a una cuadradota carrocería formada por paneles de aluminio remachado —la escasez de acero era proverbial entonces-, tres sencillos asientos delanteros y dos bancos traseros longitudinales en el sentido de la marcha, conformaban un espartano habitáculo capaz para hasta nueve plazas; eso, por no hablar de la —tan primitiva como evocadora— capota de lona y el armazón metálico que la sustentaba, además del parabrisas abatible sobre el capó delantero —herencia Willys— y unas puertas delanteras desmontables que, en su mitad superior, disponían de ‘ventillas’ correderas.

Así se presentaba en sociedad —Salón de Ámsterdam, 1948— el primer Land Rover que, sólo un año después, ya rodaba por la línea de montaje y por la, entonces, incipiente red de concesionarios de un fabricante que a finales de los sesenta se integraba en la estructura empresarial de Leyland; British Leyland —algunos años después— para, finalmente, adoptar la denominación comercial de «Rover Triumph». Ya ven que las evocaciones , como Defender, han formado parte indisoluble de la historia de una compañía de lo más aventurera …

Ligada, eso también, a la propia historia del British Empire … y ‘sus’ invasiones —las tecnológicas y comerciales son las que más nos interesan… aquí-, por mucho que, desde 1858, la India se convirtiese —oficialmente— en colonia británica, cuando todas las posesiones de la «Compañía de las Indias Orientales» pasasen a manos de la Corona Británica … hasta 1947, cuando la región se dividió en dos países: India y Pakistán. Hoy reducida, la colonia de la India británica a una serie de pequeñas islas en mitad del Océano Índico: «Territorio Británico del Océano Índico», con capital en Diego García, una pequeña aldea que alberga una importante base militar.

Viene esto a cuento —¡cómo es la vida!— porque, de conquistador a conquistado, la india Tata ‘colonizó’ Land Rover —y Jaguar— en 2008; dos de la joyas automovilísticas del imperio , en manos de alumnos aventajados en hacerse con lo mejor de cada sitio… en cada momento.

Antes, bastante antes, a principios de los setenta, el refinamiento devenía en Range Rover —el Land ‘pijo’ … con todos los respetos-; la sofisticación hecha todoterreno y, poco después, la descentralización —por nacionalización de la British Leyland— de Rover: Land Rover como compañía independiente. Tampoco le vendría nada mal al fabricante: sólo un año después de aquello, se contabilizaba el millón de unidades. En 1980, Rover traslada su producción a Solihull, mientras Land Rover se queda con la planta de Cowley-Oxford: nade el Ragne de cinco puertas y, sobre todo, en 1983, el bautismo Defender: frenos de disco y suspensión con muelles en lugar de las tradicionales ballestas. La leyenda… definitivamente consolidada.

Después, ya se sabe, la filial norteamericana, el Discovery, la segunda generación del Range (1994), el desembarco teutón de BMW, también del Freelander (1997) y, con la llegada del XXI, Land Rover (también Jaguar) orbitando en la órbita —valga la redundancia— del óvalo de Ford; las sucesivas generaciones de Discovery, Freelander y Range Rover; los motores V8, la optimización del control de descenso —«Terrain Response»-, el refinamiento todoterreno… y el desembarco de Tata.

Eso sí —¡sólo faltaba!— todos los Land Rover continúan —siempre tan British ellos— fabricándose en Gran Bretaña.

Seis décadas y media —bien cumplidas— después, y ‘millones’ de aventuras más tarde, Land Rover ‘jubila’ el Defender… y sus circunstancias. Lo que nunca llegará a ‘jubilarse’ es la experiencia —y sensaciones— que atesora el icónico todoterreno. ¡Loor y gloria… al ‘Defensor de la Causa’ !

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