Diario de León

«Nuestra vida es muy normal»

Casi 19 años separan a Fernando y a Ana, el mayor y la pequeña de esta 'gran' familia leonesa Organización, disciplina y mucho buen humor es la receta para que en una familia con diez hijos el día a día no se convierta en misión imposible. Los

Luis y María Jesús, a los extremos de la imagen, con sus diez hijos y su nieta, en Fátima.

Luis y María Jesús, a los extremos de la imagen, con sus diez hijos y su nieta, en Fátima.

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León

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Sorprende su serenidad, su calma. Una espera encontrar a una madre de diez hijos dominada por la prisa, con un montón de cosas que hacer, todo el día a la carrera. Quizás lo esté, pero no lo parece. María Jesús Prieto (53 años) es registradora de la propiedad y, junto a su marido, Luis (56), son los patriarcas de los Roa-Prieto, con diez hijos -"además de otro que murió y varios abortos-" y una nieta. «Voy siempre corriendo, pero forma parte de mí. Iría rápido aunque no tuviera hijos», aclara.

Una familia tan amplia ahora es algo poco común. Ellos rompen moldes. Saben que su caso llama la atención, pero le quitan importancia mientras insisten en la normalidad que rodea su día a día y el de su familia. «A mí me parece una vida muy normal. Lo único es que en lugar de ir a recoger a un niño al colegio me llevaba a cuatro. Cada uno tiene que organizarse teniendo en cuenta su realidad, no la realidad de otro», sentencia María Jesús.»La gente que tiene problemas reales no inventan otros problemas y los que se tienen se solucionan y ya está. ¿Lo más importante? No hacer dramas». Es su respuesta a la pregunta de si es duro sacar adelante a diez hijos.

Reconoce que los principios fueron complicados y que ha habido momentos de agobio cuando los niños eran pequeños-"ahora tres de ellos estudian fuera-", «pero uno se acostumbra a casi todo». «El que no tiene problemas es que no vive en el mundo». Su marido afirma que no han faltado las noches sin dormir pero los dos aseguran no viven atemorizados por el futuro. «No me preocupan los imprevistos, porque es algo que no puedo controlar, así que no pienso en ello. Creo que en este sentido es más preocupante el caso de las familias que tienen un solo hijo, porque en esta somos muchos para afrontar lo que venga», explican.

En un grupo de hermanos de entre 27 y ocho años «lo importante son las rutinas, los hábitos bien establecidos». Todo tiene un orden y un encargado de que se cumpla. Maria Jesús asegura que no le hace falta apuntar nada del día a día para no olvidarse. No oculta que alguna vez también tiene sus lapsus, pero los acepta con naturalidad.

Seis chicos (Fernando (27), Pablo (24), Francisco (22), Manuel (17), Miguel (16) y Luis(12) y cuatro chicas Isabel (26), Carmen (23), Teresa (14) y Ana (8) son la vida de Luis y María Jesús, que acaban de celebrar su 29 aniversario de casados. Además, tienen una nieta, Elena, de dos años, hija de Isabel, a quien sorprendió la maternidad con poco más de veinte años. Ahora es madre soltera y las dos viven en casa de los padres de ella. «Hemos organizado todo en función de los niños. Vivimos su vida», explica la madre. Asegura haber renunciado a mejores condiciones económicas por su familia, aunque reconoce que su trabajo y el de su marido, abogado, han tenido mucho que ver en poder sacar adelante a sus diez hijos de una forma más cómoda.

En los Roa-Prieto hay dos grupos: el de los mayores y el de los pequeños y todos se ayudan. No queda más remedio. Hay mucho humor y todo en esta casa se hace en el sentido más práctico. Las cenas pirata sin cubiertos ni platos, el chándal para hacer también las veces de pijama en caso de apuro, las salidas de «tapeo», los viajes en coche «apretujados» con una mochila por cabeza o las acampadas cuando están todos en casa y llega algún invitado. Colchones al suelo y cada uno que se acomode como pueda. «Caber o no es una cuestión de lo que necesite cada uno. Se pueden cenar salchichas u ostras, pero cualquiera de los dos son una cena». Esta premisa la han llevado a otros planos de la vida familiar. «Acabas prescindiendo de muchas cosas. Cuando nació el quinto, y después de varios abortos, regalamos todo pensando que ya habría más familia; pero llegó el sexo, el séptimo y así hasta el décimo. Ellos no tuvieron cuna, dormían en un pequeño sofá que teníamos en nuestra habitación», y es que «la mayoría de las necesidades nos las creamos nosotros».

Organización y disciplina

Aquí lo que hay es mucha organización y la misma ración de disciplina. «A los hijos hay que exigirles, pero también explicarles el por qué de las cosas. Hay que predicar con el ejemplo, ser coherente para tener autoridad» y suelta una de sus premisas «No hay que ser listo, hay que ser honrado».

La más benjamina, Ana, ya se pone sola su desayuno. «Todos mis hijos son bastante responsables y ellos mismos se van preocupando de sus notas y de lo que tienen que hacer». El deporte también ha sido parte importante pero, sobre todo, el tiempo juega un papel fundamental. «los padres nos creemos que conocemos a los hijos, pero ellos van cambiando y hay que «vivirlos» para darse cuenta. Eso de que lo vale no es el tiempo que pasas con ellos sino la calidad me parece una bobada. Si no estás con ellos, no te enteras».

En esta familia no existe el fracaso escolar. Las Discípulas es su colegio de referencia, en el que han estudiado la mayoría. Allí, los alumnos comentan que es raro la clase en la que no hay un Roa-Prieto. Después, Maristas y Peñacorada. «Para nosotros, lo más importante es dar a nuestros hijos una buena formación, y en eso empleamos todos nuestros medios». Dos de ellos preparan oposiciones siguiendo los pasos de su madre, otra sacó Ingeniería Industrial con matrícula de honor en el proyecto fin de carrera.; un tercero acabó Icaí el año pasado con premio extraordinario y otro más cursa ahora ingeniería y empresariales en Icaí, uno de los centros de referencia de Madrid.

Las cosas han cambiado mucho en estos 29 años de casados. Ahora la experiencia y la infraestructura es mucho mayor que al principio. Los Roa-Prieto viven en un piso de unos 280 metros en el centro de León. Aún así, cuando están todos siempre tiene que dormir alguien en el sofá. Las habitaciones son «normales», el sitio se lo dejan a los espacios comunes. «Mi casa está abierta a los amigos. Eso si, a la hora de la cena. «No puedo hacer alardes a la hora de sentarse a la mesa, mi casa no es de exquisiteces, por eso está abierta», explica María Jesús.

A pesar del ajatreo diario de un hogar como el de los Roa-Prieto, los vecinos lo dejan claro: «Aquí no se oye ni un ruido».

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