Diario de León

Acapulco no es lo que era

El que en otro tiempo era considerado paraíso vacacional, trata ahora de poner el turismo a salvo de los disparos del narcotráfico Las masacres que se repiten desde hace años en el paradisíaco enclave del Pacífico espantan al turismo y amenazan

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colpisa / efe

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Durante décadas Acapulco fue el destino de playa más popular en México, pero el violento enfrentamiento entre carteles del narcotráfico que ahora ensangrienta sus calles amenaza a la otrora boyante industria turística de este paradisíaco enclave del Pacífico.

Los camiones militares recorren las calles de Acapulco, en el estado de Guerrero, al suroeste del país, reforzados ahora para los comicios de gobernador regional que se celeabraron hace poco, pero directivos de empresas turísticas temen que su presencia dañe aún más la imagen del famoso puerto, donde a principios de enero 15 hombres fueron decapitados.

«Hay que agradecerle a los turistas que sigan viniendo, pero tenemos que reforzar la promoción y hacer seguridad pero de maneras más creativas, porque de lo contrario los turistas van a buscar otros destinos», señala Laura Caballero, presidenta de la Asociación de Empresarios de la Zona Costera, donde se ubican los principales restaurantes y hoteles

Hasta ahora las cifras de visitantes parecen haber resistido los embates de la violencia, pero los empresarios del sector creen que es sólo cuestión de tiempo. «Necesitamos acciones concretas para superar la violencia y remontar la imagen de inseguridad», dice Carlos Hernández presidente del Consejo Turístico Empresarial de Guerrero, el estado donde se ubica Acapulco. Los enfrentamientos entre bandas de los carteles de los hermanos Beltrán Leyva, La Familia y Los Zetas, que han cobrado una alto peaje de sangre se han tornado más frecuentes y se han vuelto habituales las masacres con decenas de víctimas.

Una sangría continua

A comienzos de enero 15 personas fueron decapitadas frente a un centro comercial, ese mismo día otras seis aparecieron muertas dentro de un vehículo tras ser sacadas de una popular discoteca de la avenida costera Miguel Alemán

En septiembre una veintena de turistas mexicanos fueron secuestrados, torturados y luego sepultados en una fosa común por grupos de narcotraficantes que los confundieron con miembros de un cartel enemigo.

Pese al estigma de violencia la ocupación hotelera alcanzó 90% en la temporada de diciembre según la secretaria de turismo local y los cruceros siguen llegando al puerto, aunque algunas líneas de buques se han retirado.

Hace unas semanas al menos 4.100 turistas llegaron al puerto en tres cruceros entre ellos el Queen Victoria y el Queen Elizabeth , según la capitanía del puerto.

«Claro que tenemos problemas de violencia, pero también los tienen otros países y destinos turísticos cuyo flujo de visitantes no se detiene», señala el alcalde de la ciudad de 800.000 habitantes José Luis Ávila, evocando el caso de Rio de Janeiro en Brasil y las balaceras en las favelas.

Acapulco que se hizo famoso en los años sesenta convirtiéndose en un destino clásico para los estadounidenses, que lo prefirieron a La Habana tras la revolución, ha emprendido ahora una campaña para promocionarse y minimizar los efectos de la violencia.

En lugares estratégicos donde estrellas como Elvis Presley, Brigitte Bardot o Elizabeth Taylor, se paseaban o se rodaban películas, se ha colocado ahora un mensaje: «Habla bien de Acá». Pero expertos del sector creen que hace falta algo más efectivo para contrarrestar el temor a la violencia.

No basta con hablar bien de Acapulco, «se necesitan que las medidas de promoción vayan acompañadas de más seguridad para que resulte congruente», dice José Zedano, presidente del Colegio de Licenciados de Turismo, que agrupa a profesionales del sector.

El ejemplo de Ciudad Juárez

La otrora bulliciosa Ciudad Juárez, famosa por su vida nocturna, ha visto cómo en los dos últimos años ha cerrado cerca del 40 por ciento de los restaurantes y el 18 por ciento de sus bares a causa de la violencia que azota a esa urbe mexicana fronteriza con Estados Unidos.

La ciudad más peligrosa de México ha perdido desde el 2009 unos 300 bares y 4.000 establecimientos de comida que se han visto obligados a cerrar sus puertas por los ataques, secuestros y extorsiones del crimen organizado o como consecuencia del miedo que vacía las calles desde el atardecer.

Esos datos, facilitados por el presidente local de la Cámara de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (Canirac), Federico Ziga, se suman a la imparable ola de violencia que ha dejado en el mismo periodo más de 7.000 muertos en la ciudad fronteriza con la estadounidense El Paso (Texas)

Además, de los negocios que permanecen abiertos, se calcula que más del 70 por ciento pagan entre 400 y 4.000 pesos (33 y 330 dólares) mensuales de «cobro de piso», o extorsión, a presuntos miembros de los cárteles de la droga, aseguró Ziga.

La lucha por el territorio que mantienen los cárteles de Sinaloa y Juárez ha acabado con la atractiva vida nocturna de hace años y ahuyentado a los miles de visitantes, especialmente estadounidenses, que visitaban sus centros nocturnos atraídos por su oferta de ocio y porque, al contrario que en su país, la edad mínima para consumir alcohol en México es de sólo 18 años.

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