Diario de León

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MARTA OSTIZ
León

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Tras un año sin exorcista, el arzobispado de Madrid estudia la posibilidad de formar a sacerdotes que puedan realizar este antiguo ritual y atender, así, el aumento de demanda que llega a las 69 diócesis españolas, de las que sólo un 26% cuenta con exorcista oficial.

El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, es el encargado de designar a los sacerdotes de la diócesis que recibirán una formación específica que les capacite para practicar exorcismos.

El exorcismo es una oración oficial de la Iglesia en la que se invoca a Dios mediante una oración y se dirige imperativamente al diablo «para que deje de atormentar o de poseer a una persona», según explica el doctor en teología y capellán de la Universidad de Navarra, Rafael Hernández Urigüen. Se trata de un ritual renovado en la época de Juan Pablo II, en 1998, cuando la Iglesia Católica decidió, después de casi 400 años, revisar el anterior texto debido a los cambios que supuso el Concilio Vaticano II y a los avances de la ciencia en el campo de la mente.

Según el Rituale Romanum del exorcismo, los signos que identifican a una persona poseída por Satanás son «hablar idiomas desconocidos, expresar cosas lejanas u ocultas, mostrar una fuerza física que no se corresponde con la realidad de la edad o del estado de salud, así como mostrar una vehemente aversión hacia Dios, la Virgen, los Santos, la Cruz y las imágenes sagradas». Aunque «estos signos pueden ser solo un indicio y no significa necesariamente que provengan del diablo», añade el texto. Por eso, Hernández Urigüen insiste en que aquellas personas que piden ser exorcizadas son estudiadas antes por psiquiatras que, «al comprobar que su caso no responde a ninguna explicación», son remitidas a los sacerdotes.

Una vez que se decide llevar a cabo el exorcismo, el ritual comienza con la aspersión del agua bendita, seguida de un rezo y la proclamación del Evangelio. Después el exorcista impone las manos sobre el poseído e invoca la potencia del Espíritu Santo para que salga el diablo del cuerpo. El ritual permite que el sacerdote pueda soplar sobre la cara del poseído, renovar las promesas del Bautismo e invocar a Dios que libere del mal.

Las posesiones —explica— se dan más entre personas metidas en el mundo del ocultismo, la superstición o las drogas. Para evitarlo —recomienda— «es mejor no meterse en problemas».

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