Diario de León

centro ‘homo faber’

Oficios con arte a la orilla del Esla

Un refugio al resguardo de la muralla y con el horizonte tan ámplio como el fluir de las aguas del Esla. Homo Faber consolida en Mansilla de las Mulas su apuesta por recuperar los oficios y el arte en la vida cotidiana

Juan Vargas, a la derecha en primer plano, dirigió el curso de pintura de acuarela en el centro Homo Faber de Mansilla de las Mulas.

Juan Vargas, a la derecha en primer plano, dirigió el curso de pintura de acuarela en el centro Homo Faber de Mansilla de las Mulas.

León

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Unir pensamiento y habilidades manuales, arte y oficio, es el espíritu que mueve a Homo Faber, un centro que surge en la ribera del Esla y a la sombra de la muralla medieval de Mansilla de las Mulas. Francisco Azconegui se ha embarcado en esta aventura con más de 35 años de dedicación a la enseñanza de oficios tradicionales y a la restauración de edificios, casas y bienes muebles.

A sus 60 años se ha hipotecado (de nuevo) y en una antigua fábrica de baldosas ha puesto en marcha un centro de formación que se estrenó el verano pasado con más de un centenar de alumnos y alumnas y continúa el presente, durante julio y agosto, con una variada oferta de cursos especializados y talleres artísticos.

El homo faber no es exactamente el contrapunto del homo sapiens , sino más bien su punto partida y complemento. «Es un hombre más completo», precisa. El hombre que fabrica nutre al hombre que piensa y viceversa. «La fabricación empieza en el hecho de prender, de tomar, es la base de la civilización occidental», comenta Azconegui, quien se reconoce muy influenciado por la manera de hacer de los centroeuropeos. «Fui emigrante en Suiza durante 17 años, una sociedad en la que, frente al sistema piramidal de aquí, todos los estratos tienen importancia, es una sociedad milhojas o multicapa». Este es el secreto de que las sociedades nórdicas sean más inventivas: «Las responsabilidades están muy repartidas en todos los estratos de la sociedad», apostilla. España vive las consecuencias del «¡que inventen ellos!», como ironizó Miguel de Unamuno.

En Suiza el oficio es tan respetado como el estudio, siguiendo aquella máxima que se atribuye a Confucio: «El pensamiento sin habilidad manual no sirve» o lo que es lo mismo, «la manualidad sin criterio intelectual falla y viceversa». En Homo Faber se pretende acercar la ebanistería a «aparejadores y arquitectos», por poner un ejemplo, pero también «a jefes de obra o amas de casa». Gente con curiosidad. Con ganas de hacer. Y artes como la acuarela o el modelado al ebanista y al albañil, a la maestra o a quien desee disfrutar de una experiencia artística. Francisco Azconegui dirigió en León la primera escuela taller, actualmente Centro de los Oficios, y luego se trasladó a Vitoria para seguir enseñando. Los cursos de verano nacieron en León en el Centro de los Oficios proporcionando «habilidades manuales a gente muy industrializada, ahora vivimos un momento de incertidumbre en el que la manualidad aporta un valor añadido al producto».

Algo que han sabido ver y explotar en países ‘ricos’ como Alemania donde esta actividad «supone el 8,6% del PIB, frente al 0,5% que representa en España». Otro ejemplo es Dinamarca, que exporta casi el 90% del diseño que produce. En España el diseño apenas representa el 0,6% de la balanza exterior. «Los daneses aprovechan la tradición del mueble para sus diseños minimalistas, pero España no ha sabido transportar la sobriedad de lo antiguo a un mueble que nos identifique».

Uno de los cursos de más éxito es el de los estucos a la cal que abrió la temporada de Homo Faber para relanzar una técnica muy utilizada en edificios históricos y ofrecer a los profesionales la oportunidad de saber cómo funciona la gama cromática. «Hay que volver a convertir el oficio en artesano y no limitarse a comprar sacos con pintura de colores», explica el maestro.

Recuperar la sabiduría de los artesanos es una forma de elevar la calidad de los servicios y, sobre todo, de que quien ejerce el oficio «no se limite a ganar más o menos dinero, sino que posea un poco su vida», añade. Enrique Jaspe López es licenciado en Historia del Arte y llegó al curso a través de la bioconstrucción y su interés en «aplicar en este nuevo tipo de construcciones las técnicas de estuco tradicionales a la pintura, como una forma de acercarlo a los valores del fresco y la pintura mural».

Jaspe, con antepasados de Mansilla viene de Galicia; «Se abre camino «una nueva demanda y pulsiones más cercanas a lo tradicional y sencillo». La arcilla es la base de estas pinturas al fresco y los pigmentos, óxidos y tierras. «Es una técnica muy sencilla en cuanto a materiales y en la que con menos medios se consigue mucho».

Ir de lo manual a lo artístico y de lo artístico a lo manual es una forma de generar una nueva mentalidad, un nuevo pensamiento, apunta Azconegui, mientras muestra los difuminados de paisaje sobre un muro. Habla también de un «concepto monástico» del arte por perdurable y por suponer «un intercambio de productos o servicios al margen de la especulación».

Timoteo Pérez Rubio es profesor de la escuela de arte La Palma de Madrid, en concreto de la asignatura de técnicas de artes aplicadas al muro. Por su experiencia confirma la «falta de contacto entre la universidad y los oficios, entre la creación y el mundo manual». Rafa Cantero, otro alumno madrileño, apunta que se ha perdido la tradición gremial.

La paleta es el arma del pintor y también del albañil. Quizá no sea una casualidad que ambas herramientas, la del artista y la del obrero, se designen con el mismo nombre.

Antiguamente, los gremios transmitían el saber de los oficios, las escuelas de artes aplicadas recogieron parte de esa tradición. Con la masificación y uniformización de la construcción se avanzó en tecnología y materiales y quedaron relegadas las enseñanzas de los viejos oficios. «Es una pena que en las facultades Bellas Artes no te enseñen estas sencillas técnicas», apunta Jaspe.

El esgrafiado, técnica decorativa que consiste en hacer incisiones sobre la pared, tiene su origen cuatro siglos antes de la era cristiana y está muy extendida en la arquitectura histórica desde la Edad Media hasta el Modernismo, ejemplifica de manera singular la fusión de arte y oficio. El curso se complementó con una salida a León para ver ejemplos de estuco y esgrafiado en edificios del casco histórico de la capital.

El alumnado del curso de acuarela, a cargo del pintor Juan Vargas, realizó una salida a diferentes enclaves emblemáticos de Mansilla de las Mulas para poner en práctica la mirada con la pintura al agua. «Tenemos una de las ciudades con cielos más luminosos para esta actividad», precisa Azconegui.

A lo largo de la semana próxima, la muralla que cierra el patio donde se encuentra el taller de Homo Faber (calle El Postigo 7 y 9) será testigo excepcional del taller de modelado que impartirá la escultora y profesora de la Escuela de Arte de León, Charo Acera. Todavía hay plazas disponibles para participar en esta novedosa actividad abierta a todos los públicos.

También hay oportunidad de acercarse a la carpintería a través del curso de iniciación que imparte Diego Redruello. En la primera semana de agosto, hay un curso de lacería mudéjar aplicada al mueble contemporáneo. Cartabones y ordenadores al servicio de los trazados de esta técnica hispana en la que es experto Agustín Castellanos, del centro de los Oficios de León. Amalia Franco presta sus conocimientos en tapicería para el curso sobre técnicas de rejilla y encordados, del 18 al 22 de agosto, y Patrick Tranquart, experto italiano el técnica de la scagliola, ofrece el curso avanzado de estuco de mármol a finales de agosto. Homo Faber piensa en ampliar su campo a la enseñanza del español aprovechando su ubicación privilegiada en el Camino de Santiago y en una villa que, además de su patrimonio propio y la riqueza ambiental del Esla, «es muy cercana a León, tiene carácter y es tranquila».

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