Si no sabes hacia donde vas

Érase una vez un hombre que pasaba por una obra en construcción donde había tres obreros haciendo aparentemente la misma tarea. Pero llamó su atención que, mientras que el primero parecía agobiado por el trabajo, al segundo se le veía contento y el tercero estaba entusiasmado y hasta cantaba mientras trabajaba. Con curiosidad, se acercó al primer hombre y le preguntó qué estaba haciendo. Este, con tono antipático, le contestó: «¿No lo ve usted? ¡Estoy poniendo ladrillos!». Cuando le hizo la misma pregunta al segundo, le respondió muy cordial: «Estoy levantando una pared». Entonces se acercó al tercero, interrumpió su canto y le preguntó: «Y usted, ¿qué está haciendo?». Su respuesta fue: «La tarea más importante de mi vida: levantando la catedral de mi pueblo».

Ese es el primer requisito para avanzar: saber qué es lo que quieres con?seguir. Es lo mismo que cuando haces un viaje. ¿Qué es lo primero que decides? Seguramente, el lugar. Porque si no lo planificas podrías terminar en cualquier parte.

Pues en la vida pasa lo mismo. No podemos caminar por ella sin saber a dónde vamos. Se trate de lo que se trate, necesitas tener claro tu objetivo. Por ejemplo, ¿sabes cuáles son tus metas profesionales? ¿Sabes dónde quieres estar en cinco años? O, más a corto plazo, ¿qué resultado buscas que tenga esa reunión con un nuevo cliente? ¿Qué es lo que quieres que pase en tu próxima entrevista de trabajo? ¿Cómo quieres que se cierre ese proyecto por el que lo estás dando todo?

Puedes imaginarlo, dejar que tu cerebro lo vea para que lo crea. O puedes sentarte y empezar a escribirlo con pelos y señales. O, si te cuesta definir qué es lo que quieres, puedes empezar por contarte a ti mismo lo que no quieres. Lo que sea que te sirva para definir tu meta, ya que cuando sabemos a dónde queremos ir todo a nuestro alrededor confluye para dirigirnos a ello. Incluso se sabe que se activan redes neuronales que ayudan a diseñar el camino. Recuerda: si no sabes hacia dónde vas, nunca sabrás si has llegado.