La revolución generacional llega a la oficina en León. Los Zetas imponen sus reglas: tienen crush, todo es random y lo flipas
Una nueva generación llega al trabajo. Con su filosofía, sus aspiraciones, sus costumbres y su idioma. Otra forma de entender la vida. Son los Zetas. Sin coche, con los cascos, con el ordenador en la mochila. Choque generacional en la oficina
Es la primera generación global. «Que no se hagan muchas ilusiones, son iguales en todas partes del mundo». Se lo explica Iñaki Ortega a los empresarios. Doctor en economía en la Universidad Internacional de La Rioja (Unir) y Llyc (una firma global de márketing digital, consultoría de comunicación y asuntos públicos), lleva años estudiando y descomponiendo las características de cada generación que se incorpora al mercado laboral. Para comprenderlas, para ‘traducirlas’.
«Han crecido en Internet, no hay nada que los diferencie», avisa. Ortega tiene una cosa en común con ellos, con la generación Z, los seguidores. Tiene 10.000 en Linkedin.
«No le pidas a un Zeta una hora extra. No le pidas que retrase las vacaciones. No le pidas que vaya todos los días a la oficina. No le pidas que trabaje los viernes por la tarde. Y, por supuesto, no le pidas que lo haga los fines de semana». Es la radiografía resumida de esta nueva generación que ha llegado a la oficina. A la oficina que comparte con los ‘boomers’, por encima de los 50, varias décadas de experiencia laboral, la generación más numerosa nacida en un periodo de paz. Son los ‘baby boom’, que copan el mercado laboral. Asisten sorprendidos a la irrupción de la generación Z y sus imposiciones. Esos a los que los Zetas llaman, con un punto de displicencia, ‘boomers’.
En León hay 35.000 jóvenes entre 20 y 29 años. 16.688 tienen entre 20 y 24 años y 18.312 entre 25 y 29, prácticamente el mismo número de mujeres que de hombres en ambos tramos (ligeramente más hombres en el grupo de 25 a 29), y algo menos de un 10 por ciento de jóvenes no nacidos en España.
«Quizá lo nuestro no era del todo bueno», dice Toño Hernández, responsable del Programa de Talento Joven de la Cámara de Comercio de León. Dos décadas y pico en formación para el empleo —lo que la formación reglada no enseña a quienes se quieren incorporar al mundo laboral—, mil personas al año por su aula y su despacho. «No se identifican con la empresa, con las compañías, con darles todo», resume Hernández. Y ahí queda definido ese «lo nuestro» y lo que significa.
En la batalla entre las empresas y los Zetas van ganando ellos. En eso coinciden Ortega y Hernández.
«¿Quién se ha tenido que adaptar, las empresas a la generación Z o la generación Z a las empresas? Las empresas a la generación Z, sin duda». No titubea Ortega. «O haces una oferta de valor, aceptas el teletrabajo, una jornada laboral aceptable, vacaciones inamovibles y permites que se concilie la vida laboral y la familiar o te quedas sin trabajadores, te quedas sin la fuerza del trabajo», explica este experto que ha sido director académico de los programas de liderazgo público de la CEOE y uno de los 50 mayores analistas de transformación digital en España. «Tienen poder sobre las empresas, son conscientes de que hay puestos de trabajo, de la paradoja de que en este país hay desempleo pero también vacantes, de que pueden encontrar trabajo cualificado fácilmente, y no cualificado también...», describe.
«Antes sobraban trabajadores, ahora hacen faltan. Es una cuestión puramente demográfica, los ‘baby boom’ eran mucho, los Zetas muchos menos y no están dispuestos a aceptar cualquier condición laboral, tienen otra percepción de la vida, quieren elegir horario, vacaciones, días de trabajo, no acudir a la oficina, no anteponer la vida laboral a la personal... hay que adaptarse», apunta Toño Hernández desde la Cámara de Comercio de León.
«Se ha balanceado el poder de la empresa sobre el empleado», analiza Iñaki Ortega. Y utiliza un verbo muy cuidado.
La elección de empleados rompe la cabeza a los equipos de selección personal de las empresas. «O aceptas sus condiciones o no hay nada que hacer», dice una directiva leonesa de una consultoría tecnológica. «Ya no tienen apego a la compañía, están hoy pero a lo mejor mañana ya no vienen», señala un alto cargo leonés de una empresa de telecomunicaciones. Tres días de teletrabajo de cada cinco. Si no, nada.
Ella tenía un crush pero su bro le shippeaba, al final NP, muy random, todo se ha quedado en un salseo. «Tú escuchas esto y lo flipas», dice una profesional leonesa con Zetas en su oficina. «Me han tenido que traducirles», dice. «Y luego no les corrijas, no les digas que algo hay que hacerlo de otra manera porque se bloquean», apunta una abogada leonesa.
«Sí, no les corrijas, tienen la piel muy fina», corrobora Iñaki Ortega.
«Te miran con cara de ‘pero esta paisana qué dice’, vamos, que eres una ‘boomer’», apunta una colega que aún no ha llegado a los 50.
Mas allá del dinero, lo que motiva a la generación Z es el crecimiento personal y el tiempo para vivir. Por eso no aspiran a empleos estables y son las empresas las que tienen que buscar fórmulas para estabilizar a sus empleados más jóvenes y arraigarlos.
No dejan ni que les digan el sueldo que van a cobrar, si no pueden salir del trabajo a una hora determinada de la tarde o tienen que ir los viernes y no pueden teletrabajar al menos el 60% del tiempo no escuchan nada más. Es el ‘no me renta’ que tanto utilizan. Y la experiencia de una CEO leonesa que trabaja para un fondo de inversión en Madrid.
«No tienen casa, ni coche, ni familia, ni van a poder. No ahorran, como han hecho otras generaciones, se alarga la juventud, maduran más tarde. Tienen mentalidad cortoplacista, sus metas son a corto plazo», apunta Ortega. «Veremos qué pasa cuando tengan que pagar facturas», añade.
«El motor para la búsqueda de empleo es la necesidad. Si tienes un entorno que te protege, entonces te puedes permitir elegir», añade Toño Hernández.
«Ni horarios imposibles ni sueldos bajos», apunta Iñaki Ortega. «¿Excepciones? Si eres migrante, no tienes a nadie en el país y necesitas trabajar, entonces aceptas otras ofertas», dice Hernández, que apunta una crítica: «Hemos sido incapaces de integrar en nuestro sistema económico a personas migrantes de alta cualificación porque no hemos articulado un sistema rápido de homologación de títulos». Él lo ve casi a diario en la Cámara de Comercio de León.
Las reglas para trabajar con Zetas se contienen en tres ‘ies’: impaciencia, incertidumbre e Internet.
«No le pidas a un Zeta una hora extra. No le pidas que retrase las vacaciones. No le pidas que vaya todos los días a la oficina. No le pidas que trabaje los viernes por la tarde. Y, por supuesto, no le pidas que lo haga los fines de semana»
«La impaciencia deriva en rotación, aprovechamiento al máximo del tiempo y un control sobre lo que interesa y lo que no. Gestionan muy bien la incertidumbre, algo que otras generaciones no han sabido hacer, de ahí su irreverencia, su llevar la contraria, su actitud. Internet les ha dado la libertad, el teletrabajo, la flexibilidad, la tecnología y todas las posibilidades del mundo», desgrana Iñaki Ortega, que ha analizado bien las generaciones precedentes, entre ellas la inmediatamente anterior, los Milenials.
«Colocan en el mismo plano la vida laboral y personal, y los derechos y obligaciones. Más aún, los derechos conseguidos, los derechos que han logrado otros, los que han conquistado las generaciones anteriores son para ellos intocables, inalienables. Son activistas, reivindicativos, saben decir no», añade este catedrático de Economía de la Unir.
«Entienden muy bien el momento en el que viven, no malgastan el tiempo, son muy eficientes, balancean lo personal y lo laboral, gastan más, disfrutan más, quieren trabajar menos... en el fondo todos somos ya un poco Zetas», añade.
«Me han enseñado el valor de mi tiempo libre. Y que cuando no estoy en la oficina no es responsabilidad mía lo que allí sucede. Lo es cuando yo estoy, nada más», dice una profesional de León.
Sólo uno de cada cuatro miembros de esta generación es fiel a una marca específica, rechazan los mensajes largos y las conversaciones irrelevantes, exigen contenidos breves, fáciles y visuales, les gusta analizar todo con humor y una aparente no profundidad, detectan enseguida el postureo social y son implacables en la crítica de esta actitud, las redes sociales son su principal canal de consumo y de información, viven prácticamente allí, se guían por las opiniones y reseñas de otros consumidores antes de comprar, ya no usan los buscadores tradicionales ni se mensajean con aplicaciones que no sea TikTok, todo pasa por Instagram y YouTube, la vida es lo que está en Netflix o cualquier otra plataforma, no ven la tele sólo las series, compran en plataformas de venta no importa de qué continente sean, están al tanto de todas las oferta, que todo sea inmediato se da por hecho sin más matices, quieren el acceso a las cosas no su propiedad, no acumulan nada, todo lo que sobra se vende en las tiendas online, lo que a ellos no les sirve ya les vale a otros.
Cualquier negocio que quiera sobrevivir tiene que tenerlos en cuenta. «Yo recomiendo a los empresarios que me piden asesoramiento que aprendan de sus empleados jóvenes, de los trabajadores de la generación Z. Tienes que aprender, les digo, son tus clientes. Tus clientes son como ellos», apunta Ortega.
De un Zeta no conviene esperar una frase larga. Todo son monosílabos, lo demás es una pérdida de tiempo. Todo por DM o TikTok. El Whatsapp ni lo abren.
«Te dejan en leído, pero que no se te ocurra a ti no contestar», se lamenta una madre de familia. No importa con cuántos padres se hable, todos coinciden.
Todo es de chill (cuando estás tranquilo y en paz), random (aletorio o extraño), lol (muerto de risa, que sorprende), sirviendo coño (mujer empoderada), PEC (por el culo, cuando algo gusta mucho), bro (colega), mana (hermana), kik (¿qué pasa?), bugueado (que no funciona como debería), cute (bonito), cuñao (una persona con un humor desactualizado), perrear (baile de discoteca), sason (que no cumple las expectativas), simp (un pagafantas), shippear (el deseo de que dos personas tengan una relación), stalkear (cotillear el perfil de alguien en las redes sociales), hype (que genera mucha expectación), cringe (algo que da vergüenza ajena), crush (amor no conseguido) besties (mejores amigos), putivuelta (ir a dar un paseo por la fiesta en busca de hombres), estar delulu (estar loco), servir coño (alguien que ha hecho algo muy bien), estar en tu prime (en el mejor momento)...
«Para un ‘boomer’ es difícil entender a un Zeta, no han vivido su mismo contexto social, familiar, económico...», explica Toño Hernández. «Son ellos y sus circunstancias», añade Iñaki Ortega recordando la máxima de otro Ortega, José Ortega y Gasset.
Todas las guerras generacionales se han resuelto. Y esta no va a ser una excepción. «Esto tiene que ser como un baile, como una danza armónica en la que todos ceden», dice Iñaki Ortega. «Han cambiado las reglas, ahora son diferentes. Hay que adaptarse. Todos», coincide Toño Hernández.
«El futuro no puede construirse sin tener en cuenta a los más jóvenes, pero en esta ecuación también están los sílver». Ortega aboga por una unión intergeneracional, por «aprovechar el potencial de dos generaciones que reúnen la experiencia, los conocimientos, la visión de negocio, la actitud y las capacidades necesarias para abanderar un cambio que no puede esperar».
Mientras los Zetas llegan a la oficina, una nueva generación se forma en las aulas. Son los Alfa, hijos de padres Milenials que buscan para ellos un mundo de competencias digitales más humanizado. «Retrasan la edad para tener un teléfono móvil hasta los 15 o 16 años, tienen control parental, limitan el tiempo de uso de los dispositivos móviles, se decantan por un ocio de naturaleza y al aire libre, conocen bien las evidencias científicas sobre el impacto del uso de los dispositivos en cerebros sin formar...», enumera Manu Velasco, maestro en el colegio Santa Teresa, en León, ‘las Teresianas’, bloguero especializado en educación, inspirador de maestros y autor de varios libros, entre ellos el último: ‘Educar con las otras Tic: tiempo, interés y cariño’.
Pero mientras llega la generación Alfa y todo vuelve a empezar, está la Z. «Son como el mundo al que nos enfrentamos: de fake news, polarizados, quizá la generación más polarizada que existe, sectarios, pueden defender el movimiento LGTBI+ y denigrar a la vez la emigracion, activistas en los extremos. Hay que estar alerta», resume Iñaki Ortega.
Son, quizá, muy diferentes a otras generaciones. Por primera vez en la historia, una generación global.