Diario de León

Anécdotas de un príncipe

Felipe de Borbón recibe al año unas 3.000 cartas que abre personalmente, no firma autógrafos y ha heredado el desagrado de doña Sofía por los toros

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E. SANTANDER | texto
León

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En 1974, cuando el príncipe tenía seis años, sufrió un pequeño accidente al pillarse el dedo meñique con una puerta. La herida era importante al quedar aquel casi desprendido. En el hospital, el cirujano Adra Cadarso decidió intervenir con anestesia total. Para ello era necesario la autorización de los padres, pero éstos se encontraban en Persépolis para asistir a la conmemoración de los dos mil años del Imperio Persa y no había posibilidad de comunicación directa. En vista de ello, el general Armada, secretario de la Casa Real, dio su autorización. Cuando se enteraron los Reyes, doña Sofía se enfadó mucho con Armada (a Franco, en cambio, le pareció bien). Curiosamente, la reina Federica, abuela materna de don Felipe, falleció en 1981 en Madrid a causa de un infarto, tras la anestesia general que le dieron para efectuarle una operación menor (rebaja de las bolsas de los párpados). No le gustan los toros Entre las muchas cosas que la Reina ha inculcado a su hijo Felipe, una de ellas es su rechazo, o desagrado, a las corridas de toros. El propio Rey, en su libro de conversaciones con José Luis de Vilallonga, comentó al respecto: «El príncipe no va a menudo a las corridas, probablemente para no disgustar a su madre». El favorito de mamá Sabido es que doña Sofía ha cuidado al milímetro la educación de su hijo y que le considera a éste su favorito. Estos sentimientos provocan que haya veces que no se pueda contener. Por ejemplo, en la Olimpiada de Barcelona de 1992, cuando don Felipe participó en una prueba de vela. La reina, a la que acompañaba Carlos Ferrer Salat, presidente del COI en España, se emocionó tanto que le dijo a éste: «Es que estoy muy enamorada de mi hijo». Curiosamente, la preferida de don Juan Carlos es la infanta Elena. Un cadete demasiado alto Cuando el príncipe Felipe llegó a la Academia General de Zaragoza y fue tallado, ya alcanzaba los 180 centímetros. Pero tras hacerle unas radiografías de huesos le detectaron que iba a crecer todavía más, hasta casi dos metros. Mirar a los ojos Una de las características del príncipe en los actos públicos es que mira a los ojos de la gente que le saluda. Es una manera, creen algunos, de que cada persona se sienta individualmente saludado. La costumbre se la inculcó la reina Sofía, y a ésta su madre Federica de Grecia. También ha aprendido a sonreír, aunque ello signifique dejar al descubierto un colmillo que se rebeló a la ortodoncia. No firma autógrafos Cuando el príncipe fue creciendo, su buena planta (alto, rubio y de ojos azules) hizo que las chicas se fijasen en él como si fuese un artista de cine. Cuando tenía 18 años, asistió en Oviedo a una entrega de los premios que llevan su nombre. Alojado en el Hotel Reconquista, salió a dar un paseo por las calles próximas, con la escolta a una discreta distancia. Una joven, nada más verle, se acercó a él para solicitarle el autógrafo, pero don Felipe lo rechazó cortesmente con una sonrisa, diciendo: «Lo siento, no puedo firmar autógrafos; no soy Miguel Bosé». Cartas con peticiones Don Felipe recibe al año más de tres mil cartas. No le gusta que se las abran, se supone que para preservar la intimidad de algunos de sus peticionarios, aunque hay algunas graciosas, como cuando le pidieron dinero para pagar la hipoteca de un piso. También, mientras el servicio militar fue obligatorio, recibió muchas cartas pidiéndole una recomendación para librarse de la «mili».

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