Diario de León

El regreso del vicepresidente que proponía Kerry El largo sueño de un presidente negro en EE.UU. Una ex primera dama que parte como favorita Un viejo aspirante que vende su experiencia Un ex gobernador que vende el legado del padre Un pastor baptista reco

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|||| John Edwards se encuentra de nuevo en la carrera presidencial. De hecho, no ha dejado de hacer campaña desde que sufrió la derrota en las elecciones del 2004, en las que se postuló como vicepresidente junto al entonces candidato demócrata John Kerry. Edwards, que hizo fortuna como abogado gracias a su carisma, su amplia sonrisa y un discurso capaz de conmover al jurado más duro, es un hombre hecho a sí mismo, nacido en el seno humilde de una familia de trabajadores textiles. Extrovertido y jovial, siempre quiso ser abogado, y logró su mayor éxito cuando consiguió que un jurado ordenara una compensación de 25 millones de dólares a una niña de ocho años, Valerie Lakey, incapacitada de por vida tras quedar atrapada en el sumidero de una piscina. Pese a su fulgurante carrera jurídica, en 1997 se decidió a entrar en política. Tras su paso por el Senado, en el 2004 entró en la carrera presidencial, y tras ser derrotado en las primarias de su partido, fue rescatado por el candidato ganador, John Kerry, que lo eligió como su mano derecha si llegaba a la Casa Blanca. Edwards ha convertido en el tema dominante de su discurso la política interna de Estados Unidos, y en especial la creciente brecha entre ricos y pobres y la erosión de la clase media. Propone la legalización de los inmigrantes indocumentados, pero a la vez que se acentúe el control de las fronteras. Aunque Edwards votó en el Senado en 2002 la autorización para que el presidente George W. Bush invadiera Irak, ahora critica enérgicamente la política de Washington en ese país. |||| Barack Obama, el hombre que aspira a convertirse en el primer presidente negro de EE.UU., ha sido bautizado por algunos como «la gran esperanza de los blancos», al encarnar el sueño de reconciliación en un país con profundas divisiones raciales. «No hay un EE.UU. blanco y un EE.UU. negro, sino los Estados Unidos de América», aseguró en un sonado discurso pronunciado durante la convención del partido demócrata en Boston en el 2004. Obama está acostumbrado a navegar entre esas dos aguas. El senador demócrata de Illinois es hijo de Barack Obama Sr., un economista keniano educado en Harvard, y de Ann Dunham, una mujer de Wichita (Kansas, estado incrustado en el corazón de EE.UU.). Nacido en Honolulu (Hawai) y criado entre EE.UU. e Indonesia, conoce tanto los sofisticados pasillos del poder y el privilegio, como los barrios más desheredados. Ese ir y venir lo ha equipado, en su opinión, con las herramientas necesarias para tender puentes y forjar alianzas. Ayudado por un carisma irresistible y una enorme sonrisa, Obama se ha ganado una popularidad similar a la de una estrella del rock. A su favor juega también su actitud crítica con la guerra de Irak, a la que se opuso desde antes de la invasión en el 2003. Obama bromea a menudo que la gente no se acuerda de su nombre. La propia cadena de televisión CNN tuvo que emitir una corrección tras colocar el nombre del senador como rótulo de una foto del terrorista de origen saudí, Osama Bin Laden. Sus seguidores creen que, en cuanto llegue a la Casa Blanca, nadie volverá a cometer ese error. |||| La senadora Hillary Clinton es la favorita en las encuestas nacionales para hacerse con la candidatura presidencial demócrata. La ex primera dama se presenta como la candidata con más experiencia en los pasillos del poder, lista para asumir el timón de la primera potencia mundial desde el primer día. Su apellido de casada juega una importante baza a su favor, como ha quedado claro en los últimos meses, en los que Bill Clinton ha abarrotado los foros en los que ha respaldado la campaña de Hillary. No falta quién apunte que Bill le está devolviendo los favores que le hizo ella al perdonarle sus sonadas infidelidades. En la mente de muchos estadounidenses está grabada todavía la imagen de los Clinton cruzando los jardines de la Casa Blanca en 1998 después de que se destapase que Bill había mantenido un romance con Monica Lewinsky, una becaria de la residencia oficial. Nacida en 1947 en Chicago, Hillary se crió en un hogar estricto, en donde no estaba bien vista la debilidad de carácter. Los medios estadounidenses citan con frecuencia una anécdota de su padre, Hugh Rodham, quien después de que la pequeña Hillary llegase un día a casa con las máximas calificaciones escolares apostilló que estudiar en ese colegio debía de ser muy fácil. Esa rígida educación la ayudó, según los analistas, a desarrollar una fachada de hierro, que le ha ayudado a encajar los golpes políticos que ella y su marido han tenido que soportar. Los estadounidenses decidirán en los próximos meses si ven en ella las cualidades necesarias para nombrarla la segunda Clinton -el primero fue su esposo- y la primera mujer en llegar a la Casa Blanca. |||| El senador republicano John McCain es un viejo aspirante a la Casa Blanca, a la que ya se postuló en los comicios del año 2000, pero perdió la candidatura de su partido en favor de George W. Bush. Consciente de que es uno de los candidatos de mayor edad, McCain asegura que es el que posee más experiencia de todos y que, a sus 71 años, «puedo ser el más viejo, pero también soy el mejor». Además, el senador de Arizona ha tratado de ganarse el voto de los más jóvenes, a los que gusta contactar en foros universitarios o a través de internet. Otra de las notas singulares de este héroe de la Guerra de Vietnam, es que es el único entre la docena de aspirantes a la candidatura presidencial este año en EE.UU. que tiene experiencia militar. Así, el senador -conocido por su carácter enérgico e irascible- apoyó la invasión de Irak, pero ha criticado con fuerza la forma en que el presidente George W. Bush, y en especial el ex jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, condujeron la operación. Asimismo, aunque McCain asigna una alta prioridad a la lucha contra los terroristas, se ha mostrado contrario a algunas técnicas de encarcelamiento e interrogatorio condonadas por la Administración Bush. Desde su experiencia como ex prisionero de guerra, ha condenado el uso de torturas. No en vano pasó cinco años y medio de torturas y encarcelamiento en una prisión de Vietnam del Norte, donde se negó a ser liberado para que nadie dudase de que recibía un trato especial por ser hijo y nieto de dos afamados almirantes. En inmigración, ha pagado un alto costo por apoyar la legalización de los «sin papeles». |||| El ex gobernador de Massachusetts es un político hecho a imagen y semejanza de su padre, George Romney, gobernador de Michigan y el hombre al que el aspirante a la Casa Blanca se refiere como «mi héroe». El joven Romney heredó de su padre no sólo el instinto para la política, sino también para los negocios, así como una profunda fe religiosa que, de hecho, podría frenar sus ambiciones presidenciales. Romney es mormón y miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días. La iglesia mormona tiene unos seis millones de miembros en EEUU, alrededor del dos por ciento de la población, pero es vista con recelo por un buen número de votantes. Romney trató de disipar esos temores en un discurso pronunciado en Texas a principios de diciembre, en el que aseguró que de ser elegido presidente no será portavoz de ninguna religión en concreto. El político empezó su carrera profesional como empresario en Boston, una etapa en la que se ganó fama de buen gestor. Igualmente positiva fue su presidencia del Comité Olímpico de los Juegos de Invierno de Salt Lake City, al conseguir poner fin a los escándalos de corrupción y problemas presupuestarios que sufrió la organización antes de su llegada. El puesto le sirvió de trampolín para convertirse en gobernador de Massachusetts, donde consolidó sus credenciales como político conservador, en la que hay algún que otro borrón que ha salido a flote en la actual campaña electoral. Entre esas manchas negras está su respaldo inicial al aborto, un apoyo que ahora considera un error pero que ha contribuido a ganarle la fama de oportunista. |||| Mike Huckabee, un pastor baptista reconvertido en político conservador, es el sueño de la derecha religiosa estadounidense. Sus alusiones a Dios y la Biblia son frecuentes. Sirva como ejemplo un anuncio electoral divulgado en noviembre, en el que aseguraba: «La fe no sólo ejerce influencia sobre mí, realmente me define». Esos mensajes han sonado a gloria celestial a los cristianos evangélicos de Iowa, el estado que inaugura hoy el largo proceso electoral para el relevo en la Casa Blanca y en el que Huckabee lidera el pelotón republicano para las elecciones presidenciales de noviembre de 2008. Su inesperada fortaleza en Iowa lo ha colocado de lleno en el mapa electoral estadounidense, aunque muchos dudan de que sus ambiciones presidenciales vayan a llegar mucho más allá de ese estado conservador, situado en el corazón del país. A diferencia de algunos de sus rivales conservadores, Huckabee es un claro opositor al aborto y el matrimonio gay. Conocido por su ingenio y humor, se le critica a menudo su escaso conocimiento de la política internacional. Su biografía encarna el típico «sueño americano»: hijo de un bombero, fue el primero en su familia en completar la educación secundaria y en embarcarse en una carrera política que lo convirtió en gobernador de Arkansas durante 10 años. Conocido por su voluntad de hierro, es famoso además por haber perdido 50 kilos en el 2003 tras haber sido diagnosticado de diabetes. La experiencia dio fruto a un libro que tituló humorísticamente «Deja de cavar tu propia tumba con un cuchillo y un tenedor». |||| Rudy Giuliani, el hombre del año para la revista Time en 2001, es el nombre más internacional de todos los candidatos a ocupar la Casa Blanca, junto al de Hillary Rodham Clinton, con la que precisamente ha tenido sus más y sus menos en el terreno de la política. Giuliani, un hombre políticamente muy combativo, mantuvo con Hillary Clinton una dura pugna por ocupar uno de los dos puestos de Nueva York al Senado, lucha a la que tuvo que renunciar tras serle detectado un cáncer de próstata en 2000. Pero Giuliani sin duda pasará a la historia, a falta de ver cómo acaba su carrera para presidente, por ser el alcalde de Nueva York cuando se produjeron los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la Gran Manzana. El entonces alcalde se convirtió en un gran gestor para superar el caos generado por el mayor atentado terrorista sobre suelo estadounidense. Su liderazgo, su capacidad de trabajo, su sensibilidad con los familiares de las víctimas, y sus constantes apariciones públicas para informar o levantar el espíritu de los neoyorquinos, le valieron el reconocimiento y el calificativo de «el alcalde de EE.UU.». En la conciencia de los neoyorquinos quedó atrás el otro Giuliani: provocador, arisco, intrigante, cerrado al diálogo con sus adversarios y acusado con frecuencia de dividir a la ciudad con su actitud displicente hacia las minorías. Es uno de los republicanos que está mejor posicionado para lograr la candidatura. Rudolph Giuliani abandonó la alcaldía de Nueva York el 31 de diciembre de 2001, cediéndole el mandato a Michael Bloomberg, quién juró como alcalde número 108, y recibió una difícil herencia.

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