Diario de León

Dominicos leoneses en Flipinas: "Desde los ricos hasta los pobres aquí todos comparten lo que pueden"

Siete misioneros leoneses viven el drama del tifón Yolanda

Publicado por
Elena F. Gordón
León

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Laurentino García Fernández es uno de los siete misioneros en activo que la Diócesis de León tiene actualmente en Filipinas. Reside en Manila, a más de 400 kilómetros del área afectada por el tifón Yolanda, que cruzó el centro del archipiélago de este a oeste dejando miles de muertos y millones de damnificados. La lluvia y el viento no le afectaron pero vive de cerca una desgracia colectiva de una magnitud especialmente devastadora.

La mayor parte de las fotografías que aparecen en la prensa, explica, están tomadas de las islas Samar y Leyte, que fueron las primeras que encontró el tifón y donde descargó la mayor cantidad de agua y azotó con vientos más fuertes. “En mis muchos años en Filipinas he experimentado vientos de hasta 225 kilómetros por horas pero nunca llegaron a los 300. Yolanda los sobrepasó”, resume este dominico que llegó a Manila en 1974.

Dos décadas después, en 1996, llegó a esa tierra el comboniano Miguel Ángel Llamazares, quien relata que el gran problema, después de la tragedia, es que se está tardando mucho en hacer llegar la ayuda a los afectados; “no sólo en Tacloban sino también en otras partes de Visayas... y esto está siendo muy frustrante para todos, especialmente los afectados, que a veces pierden la paciencia...”. Desde Manila, donde él reside, “se experimenta la impotencia de no poder hacer lo que se quiere hacer, debido sobre todo a los problemas logísticos que se han encontrado y la dificultad del gobierno para responder a semejante tragedia o incluso para coordinar los esfuerzos”.

Las principales ONG ya se han movilizado pero el fruto de ese esfuerzo aún no es patente. Nuestra iglesia, lo mismo que otras muchas parroquias, se han convertido en centros de recogida y selección de materiales donados para las víctimas, así como de dinero en efectivo que se dedicará de momento para hacer frente a las necesidades más urgentes. Es de esperar que la ayuda continúe en la reconstrucción de las ciudades y barrios que han quedado totalmente destruidos”, comenta Laurentino.

“Nuestra pequeña contribución como combonianos -detalla Miguel Ángel- es en colaboración con otros grupos. Yo estoy tratando de hacer de puente para canalizar algunas ayudas que llegan desde fuera de las Filipinas. Y también rezo con la gente y con mi comunidad por las víctimas y los afectados y por una buena coordinación de esfuerzos... Este pueblo, y también los afectados, confían en la fuerza de la oración... y al tiempo que se manda ayuda, el saberse acompañados con la oración solidaria les da esperanza”.

El tifón Yolanda, señala el dominico, dejó sin techo prácticamente a toda la población. “Quedaron todos en la calle y sin posibilidad de hacer frente por si mismos a las necesidades. La ayuda tiene que venir de fuera. El Gobierno de la nación, los militares, las organizaciones no gubernamentales han comenzado su trabajo pero es más de lo que ellos pueden hacer”, reconoce.

El tifón había sido anunciado como 'super-tifón' y se habían tomado algunas precauciones, como preparar centros de acogida en colegios y gimnasios o evacuar alguna zona que se consideraba más expuesta. Pero la potencia del viento arrancó el tejado de los refugios y las olas del mar inundaron kilómetros tierra adentro. “Ante estas fuerzas extremas de la naturaleza, uno siente impotencia absoluta. Un sentimiento parecido al que se experimenta en los terremotos”, rememora.

Filipinas, reflexiona Laurentino, “tiene una larga historia de sufrimiento causado por las fuerzas incontroladas de la naturaleza. Acepta el dolor con resignación, sin rebelarse. En pocos meses los árboles volverán a crecer, la hierba devolverá el verdor a los campos. Esperemos que el tiempo cure las heridas que el sufrimiento ha causado en las almas de los afectados”.

Respuesta solidaria

La reacción a las dramáticas consecuencias llegan de dentro y de fuera. “Es impresionante la respuesta que ha habido y sigue habiendo para querer ayudar tanto desde fuera como desde dentro del país. “Aparte de la ayuda internacional, los equipos de médicos y de rescate, los aviones y soldados... dentro del país la sociedad civil se ha volcado para preparar arroz, latas, mantas, ropas... desde los ricos hasta los pobres, todos comparten lo que pueden... Quizá este sea el primer rayo de sol para los afectados despues de la tempestad”, manifiesta Miguel Ángel. Y Laurentino se pronuncia de forma parecida y destaca la habitual respuesta solidaria que dan cuando se viven situaciones extremas. “Los afortunados que han superado el tifón se encuentran con el drama de sobrevivir hasta que se normalice la situación. Nuestra parroquia tiene barrios cercanos al río y en varias ocasiones se han inundado y han tenido que albergarse hasta tres días en nuestra iglesia. Inmediatamente los feligreses no afectados enviaron ropa y se organizaron para preparar comida para más de mil refugiados. Es maravillosa la generosidad con que reaccionan los filipinos ante estas necesidades”.

Mientras la solidaridad se abre paso en la miseria y el dolor dejados por el tifón, estos religiosos leoneses ayudan, en lo que pueden, como hacen desde que llegaron a cumplir su misión a miles de kilómetros de la tierra que les vio nacer. Laurentino lo hace junto a otros dos dominicos leoneses ya jubilados: Florencio Testera, de Sahagún y Fidel Villarroel, de Tejerina. Desde Manila, su otra patria, se ha dedicado al ministerio sacerdotal y ha participado en varios proyectos de promoción social relacionados con el desarrollo rural, viviendas y residencia para ancianos. Miguel Ángel trabajó tres años en la zona de Visayas y Mindanao y hace cinco que reside en Manila desde donde señala: "Una tragedia de tal magnitud nos afecta a todos: los damnificados, los que estamos más cerca y los que estáis más lejos”.

 

 

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