Diario de León

La concordia fue posible

Adolfo Suárez convierte su gran legado político en el epitafio que preside la tumba. . donde reposa junto a su esposa Amparo Illana en el claustro de la catedral de Ávila.

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antonio montilla | ávila
León

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Los restos de Adolfo Suárez descansan desde este martes junto a los de su esposa, Amparo Illana, en el claustro de la catedral de Ávila bajo una sobria lápida blanca en la que se puede leer un breve, pero revelador, epitafio: «La concordia fue posible». Cuatro palabras que resumen uno de los legados que deja el primer presidente elegido democráticamente en España desde 1936. Ávila recibió al cortejo fúnebre con un día típicamente castellano, sin sol, con viento y frío. Pese a ello, miles de ciudadanos se echaron a la calle para dar el último adiós a su paisano más ilustre junto a Santa Teresa de Jesús. Pasadas las dos de la tarde, el vehículo funerario atravesó el arco del Peso de la Harina para acceder a la puerta principal de la catedral donde esperaban Mariano Rajoy, que recibió aplausos y abucheos de los congregados, Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla y León, y Miguel García Nieto, alcalde de Ávila.

En el interior del templo, junto a los hijos y nietos de Suárez, estaban el primer jefe del Ejecutivo del PP, José María Aznar, y los exministros Jaime Mayor Oreja y Ángel Acebes, entre otras personalidades. Pese a que las puertas de la catedral permanecieron cerradas al público hasta las doce de la mañana, decenas de vecinos de Cebreros, localidad donde nació Adolfo Suárez hace 81 años, aguardaron su turno desde la ocho de la mañana.

El obispo de Ávila, Jesús García Burillo, presidió la celebración de las exequias junto al presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, el obispo de Segovia, Ángel Rubio, y el cardenal Antonio Cañizares, antiguo obispo de la diócesis de Ávila y amigo personal y confesor de Adolfo Suárez. García Burillo recalcó que su figura causó admiración en el mundo entero, como ha quedado demostrado tras su muerte. A su juicio, inauguró un estilo de convivencia política «sin rencor ni revancha, con espíritu democrático y trabajó sin cesar por el entendimiento entre los españoles».

La forma en la que Suárez entendió la política y ejecutó sus ideales «consiguió que las dos Españas volvieran a encontrarse tras décadas de animadversión y odio y esa transición pacífica de los españoles causó admiración por el mundo», indicó el prelado abulense. La homilía no sólo reflejó los logros del Suárez político. El oficiante también desveló algunas anécdotas de sus primeros años. Cuando aún cursaba estudios en el instituto se atrevió a decirle al entonces obispo, Santos Moro, que había que renovar el movimiento de Acción Católica, organización que acabaría presidiendo. «Desde muy joven tuvo una cualidad poco frecuente entre los universitarios de la época, sabía escuchar», remachó García Burillo.

Una de las partes más emotivas del sermón fue la que dedicó a la relación de Suárez con Amparo Illana. «Su atención a ella, particularmente durante su última enfermedad, estuvo tan llena de amor que algún biógrafo ha confesado que nunca conoció un caso como el suyo, de mayor entrega a la compañera de su vida», subrayó.

El Obispado de Ávila puntualizó que Adolfo Suárez y su esposa descansan en la catedral, pero fuera del templo, para no contravenir las indicaciones del Concilio Vaticano II de no enterrar dentro de la iglesia a personas que no fueran obispos o sacerdotes. La tumba se encuentra en el claustro, un lugar al que sólo pueden optar los nacidos en Ávila que hubieran profesado en vida la fe católica. Suárez cumplía ambos requisitos.

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