Diario de León

RUBÉN VALÍN TASCÓN | GANADERO TRASHUMANTE

«En León hemos sabido convivir con el lobo y en Europa lo exterminaron»

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ANA GAITERO | TEXTO

RAMIRO J. LÓPEZ I FOTO

El leonés Rubén Valín Tascón hizo la trashumancia con sus abuelos desde muy pequeño: «A ellos les debo la persona que soy, sea buena o mala. De ellos aprendí los valores del trabajo, el respeto, a ser humilde y a tratar a los animales como si fueran de la familia». En 2005 se incorporó al sector con su propio rebaño, que veranea en los puertos e inverna en Secos del Porma, y aún lleva yeguas a Extremadura para pasar el invierno. La Fundación Vista Linda le dio el premio como Ganadero Joven Emprendedor y ahora es el portavoz de la Asociación Ganaderos Ibéricos Unidos, nueva organización creada en agosto de 2016.

—¿Por qué exigen un nuevo etiquetado para el cordero?

—Todos los años se meten corderos de Francia y de Italia y se colocan en la línea del supermercado como si fueran criados aquí. Confunden al consumidor.

—¿Cuántos se importan?

—La anterior campaña fueron 170.000 de aquí y 130.000 de fuera. Es legítimo, pero la forma del etiquetado y la trazabilidad que se hace al cordero no es la adecuada.

—¿Cómo les perjudica?

—Perdemos unos 15 euros por cordero: 5,05 euros por kilo vivo.

—Los de importación, ¿Son de ganadería extensiva?

—Sospechamos que no.

—¿Cómo se hace hoy en la trashumancia?

—Soy trashumante y lo que llaman trasterminante. Con los caballos bajo a Extremadura y con las ovejas hago la trasterminancia a la ribera, pasamos el invierno en Secos del Porma. No es menos dura que la trashumancia porque la hacemos andando y la duración del camino depende de los puertos que contrates. Ha cambiado que hoy todos tenemos móvil, coche y un remolque para mover nuestros enseres. Pero también hemos perdido pastos porque hay más masa forestal, tenemos muchos problemas burocráticos y a la hora de mover el ganado.

—¿Son una especie en peligro de extinción?

—Lo que está en peligro de extinción es nuestra forma de vivir. No creo que la ganadería vaya a desaparecer.

—¿Es incompatible la ganadería con la conservación del lobo y el oso?

—El mayor ecologista es el ganadero. Los lobos se exterminaron en toda Europa menos en un rincón, la cordillera cantábrica y la sierra de la Culebra. Nos hemos adaptado. En cuanto a los osos, las dos mayores poblaciones están dentro de la cordillera cantábrica. Hemos sabido convivir y hemos tomado medidas preventivas con una profesionalización del sector. Estamos dando lecciones de prevención de daños al sector bovino y equino que empiezan a utilizar perros mastines en la cordillera cantábrica. Pero lo cierto es que al sur del Duero hay una normativa permisiva con los pagos de los daños y aquí, que hemos sabido convivir, no se compensa el buen trabajo.

—¿No pagan los daños?

—No, tienes que tener un seguro, como es una especie que se puede cazar... No estamos en contra de la supervivencia del lobo, estamos a favor de la supervivencia de los pastores. Con Ganaderos Ibéricos Unidos una de las cosas que estamos trabajando es crear una marca diferenciadora, no ya de calidad, para que cualquier persona que vaya a comprar nuestros productos en un supermercado pueda ver que estamos conviviendo con osos y lobos.

—Los recortes en los coeficientes de admisibilidad de pastos en los últimos años, ¿Han golpeado la trashumancia?

—Sin duda ninguna. El pasto es nuestra premisa de vida. Pero está politizado y manoseado: intervienen gente de tres administraciones para poder contratar unos pastos. Junta Vecinal, Medio Ambiente de la Junta y SAM de la Diputación. Al final siempre paga el más débil de la cadena, que es el ganadero. No hay una buena regulación de pastos, los planes silvopastoriles no tuvieron el efecto deseado y la reconversión de algunos pastos a otras especies tampoco está siendo muy productiva.

—¿A qué se refiere?

—Desde la Dirección General de Medio Ambiente sacaron los puertos pirenaicos en pos de mejorar la ganadería ovina y trashumante. Al final, entre las tres administraciones se pasan la pelota unos a otro y no se aclara que esa conversión sea beneficiosa para los ganaderos de ovino. Es más, a partir del 2015 la figura del coeficiente de admisibilidad de pastos no facilita nada el acceso y lo dificulta. Y luego se da la circunstancia de que pagamos por todas las hectáreas y luego son admisibles sólo un porcentaje que puede ser del 20-30%. Eso nos parece un fraude. Al final repercute en la PAC y en nuestra renta, que se ha reducido.

—¿Quiere decir que falta una política de apoyo global a los ganaderos de ovino?

—Quien se supone que debería tener esa política, como el SAM, abogan por ayudar a las juntas vecinales que muchas veces están compuestas por personas que no viven en el pueblo y van en perjuicio del propio ganadero.

—Reconstruyó con sus manos el chozo de Correcillas.

—Sí y desde la asociación estamos intentando sacar adelante un proyecto etnográfico para estudiar la forma de vida de los pastores sobre todo de nuestra provincia. De aquí han salido los mayores profesionales y no tienen el reconocimiento que se merecen. A finales de los 90 hubo gente como Manuel Rodríguez Pascual que ya apuntó por donde tenía que ir el progreso y el desarrollo y en 2016 y no es que no mejoremos, es que cada vez estamos peor cuando todos los sectores de la sociedad han mejorado.

—¿Qué está fallando?

—Estamos en un mundo globalizado, capitalizados e industrializados. Se fomenta la producción en un espacio de terreno muy pequeño. Nos parece paradójico que en el 2015 se abogue por una PAC greening o medioambiental y sin embargo no haya habido ni una ayuda para los que estamos en el terreno. Y peor es el escenario 20/20, otra reforma que nos la venden también como la PAC climática y verde y no va a ser así. Por eso una de las cosas que peleamos desde Ganaderos Ibéricos Unidos es que el sector esté representado por gente ganadera.

—En alguna ocasión ha comparecido en instituciones europeas...

—Con la trashumancia, sí. Hemos buscado a nuestros homólogos en el resto de Europa. Hay un grupo de gente preocupada por lo que está pasando (universitarios, de antropología y ecología) que saben que no se cuenta con el sector primario como se debe y luego pasa lo que puede pasar con el tratado Ceta o el TTIP.

—¿Le ha dejado ‘tranquilo’ que haya ganado Trump, que dice estar en contra de los tratados internacionales de libre comercio?

—Me preocupa más que el día de la investidura Rajoy se diera una palmada porque se ha firmado el Ceta que haya salido Trump. Nuestros intereses los tenemos que defender nosotros mismos.

—Hace unos años le dieron el reconocimiento al ganadero joven emprendedor por la Fundación Vista Linda, que tiene su sede en Nueva Zelanda. Allí el sector ovino tiene un protagonismo que aquí se ha perdido.

—Sí. Tenemos la mejor raza del mundo para la lana, el merino, pero no hemos tenido herramientas para explotar este producto. Hay innumerables problemas para explotarla y sin duda fue una de las cuestiones que más dio al estado español. Una de las cosas por las que abogamos, no solamente para las merinas, es la doble aptitud. Hasta los años 80 todos los animales eran de doble aptitud: carne-leche, leche-lana... La hemos perdido por la industrialización y con estos mercados tan volátiles que te bajen el precio de un producto supone la ruina. La doble aptitud generaba artesanos laneros, queseros, lavaderos, peinar y cardar la lana, tejer... Todas estas cuestiones están muy relacionadas con el área rural y se han ido perdiendo por un monopolio. Por eso también nos parece un error apostar solamente por una gran cooperativa. Abogamos por el consumo local, los productos de proximidad y por todos esos oficios que se han ido perdiendo.

—¿Por qué ve un error apostar por una cooperativa?

—Al industrializar el sector lo que se hace es dar palmas a una cooperativa que, por ejemplo, integra el 70% de los ovinos de Castilla y León. Las cooperativas nacen como los buenos reguladores y luego se convierten en los grandes verdugos. Al final todo queda en manos de multinacionales y tienes que entregar el cordero por el precio que te pongan.

—¿No cree en el cooperativismo?

—Sí, pero de otra forma. Cooperativismo más pequeño con buenas prácticas, que no pase lo que ha pasado este año con el precio de la leche. La administración debería facilitar la forma de transformar esa leche. Que saquen su propio producto y sea competitivo sin tener que hacer un gran desembolso de dinero y producir de una forma racional.

—León pierde población y el medio rural es el más afectado. ¿Qué se puede hacer?

—Hay que fijarse en las buenas políticas. En Francia es posible vivir de lo que produces con 300 animales. Hay que volver a crear un tejido social a través de las profesiones. Si estoy en el pueblo y produzco carne y lana y a su vez hay otras personas que esa lana la transforman en prendas... Y a su vez hay otra persona que a su vez las distribuye, estamos hablando de varias familias viviendo de una producción.

—¿Aprovechar el potencial de la tierra?

—Yo creo que sí, es volver a donde empezó todo. Cuando me preguntan qué haría para recuperar la trashumancia digo eso. Para recuperar como se conoció hay que ir al punto donde se perdió. Una de las cuestiones por las que se perdió la trashumancia fue cuando en el año 92 Renfe dijo que no cargaba más ovejas. A partir de ahí se pasó de 100.000 ovejas a 8.000-10.000. Ya había que cargar en camión, más costoso...

—Las vías pecuarias se están perdiendo.

—En Castilla y León están prácticamente perdidas, pero hay comunidades como Navarra que las tiene amojonadas y delimitadas.

—¿Olvido?

—Más que olvido, incumplimiento de la ley. Es paradójico que en Castilla y León, que es la que más vías tiene y donde aún hay una trashumancia latente (vacas avileñas, ovejas en León, Sanabria) en las provincias no se esté atendiendo a este tema.

—Se ha hecho algún nuevo intento de revitalizar la trashumancia, pero no ha cuajado.

—Es muy complicado. Con tantas regulaciones para acceder a los pastos es muy difícil, te ven como una persona extraña, las juntas vecinales al final sólo quieren el dinero, muchos pastos ya han sido ocupados por vacas... Todos sabemos que las ovejas son necesarias en la cordillera y que sería aconsejable mantenerlas pero a última hora pueden las cuestiones más banales. Es complicado volver a estructurar un movimiento como el que había. Desde la administración no se aboga por la profesionalización del sector.

—¿Debería haber una escuela de pastores?

—Hay escuelas de pastores que funcionan bastante bien (Cataluña o el País Vasco). Funcionan porque son circuitos cerrados. No les dejan de la mano. Les dan la opción de generar y vender su producto. En el País Vasco es la oveja lacha y el queso Idiazábal. Todo el proceso se lo facilitan.

—Quiere decir que están muy protegidos.

—Pero no es desdeñable que nosotros en el siglo XIII, XIV... teníamos un organigrama con todos los oficios, desde el motril, que hacía el aprendizaje en los puertos de montaña e iba subiendo escalones, hasta el mayoral. La gran escuela la hemos tenido, los mesteños, y no hemos sabido posicionarla en este siglo. Silvia Clemente, la anterior consejera, quiso hacer una escuela en Toro, pero fue un fracaso porque no se ha contado con la gente del terreno. Se hizo una obra faraónica que no valió para nada.

—¿Qué habría que hacer?

—Formar jóvenes en explotaciones que están haciendo la trashumancia y profesionalizarles. La ganadería mientras tanto cuenta con una ayuda.

—¿Por qué el mastín es el mejor perro para defender el ganados de los grandes carnívoros?

—El mastín es el número 1 en prevención en daños de grandes carnívoros y se sigue utilizando. Ahora se aboga por un perro de belleza, que está muy bien que exista, pero también queremos que exista un perro funcional. La Universidad de Córdoba está haciendo un estudio.

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