Diario de León

Laboral

Miles de trabajadores refuerzan su protección y afrontan preocupados la semana más dura

UGT ve deficiencias de seguridad en los teleoperadores y en la construcción, mientras los supermercados mejoran las medidas

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León

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El confinamiento no afecta a todos. Miles de leoneses lo rompen cada día para acudir a sus puestos de trabajo a pesar de que el presidente del Gobierno advirtió el domingo que esta será la semana «más dura» y que se prevé un incremento importante de positivos por coronavirus.

A los repartidores, conductores de autobuses, farmacéuticos, autónomos, cajeros de supermercados, asesores, empleados de banca, de gasolineras, agricultores, transportistas o taxistas, entre tantos otros, no les aplauden desde las ventanas, a pesar de que se ponen en riesgo (algunos no tienen más remedio) para que el resto note menos el impacto de la crisis sanitaria.

Lo sabe bien José Antonio Ferreras, conductor de la línea 4 y afiliado a la UGT. Apenas suben pasajeros al autobús (solo funciona el 25% del servicio), pero acaba «preocupado» su jornada porque «todas las medidas parecen pocas». La empresa concesionaria ha «reforzado la limpieza por las noches con productos específicos, nos han dado guantes, alcohol desinfectante y algo de gel», explica este veterano conductor, quien lleva «como puede» la incertidumbre generada por la pandemia. «No se cobra, ni en moneda ni en tarjeta», añade Ferreras, que reclama a las autoridades «test rápidos» para todos los compañeros que continúan en activo. «Estamos en contacto con gente y eso genera cierto riesgo. Así podríamos apartarnos en caso de dar un positivo», justifica. No les han facilitado mascarillas. «Cada uno lleva la suya, si puede», denuncia.

Tampoco es una situación sencilla para Jorge Carballal, que a las diez de la mañana de ayer ya tenía abierto su estanco de Burgo Nuevo. Lo cierra a las dos, como la mayoría de profesionales de este gremio. «Desde la asociación provincial (que preside) pensamos que lo mejor era reducir el horario para que no sirvamos de excusa y la gente se quede en sus domicilios», apunta desde detrás del mostrador, protegido con guantes y mascarilla. También lleva una bata. Y, desde que arrancó la cuarentena, solo despacha él. «Hace dos semanas que tomamos estas medidas. Además desinfectamos con alcohol y lejía, y mantenemos las distancias», cuenta Jorge, al que le «ha tocado vivir» un momento «complicado». Hace «todo lo estipulado» para no infectarse, pero «es imposible saberlo» y eso le ha llevado, incluso, a tomar medidas de seguridad en su propio domicilio para proteger a su familia. «Evito el contacto lo máximo posible por si acaso», señala.

Un repartidor limpia sus manos con gel. RAMIRO

Menos cambios ha notado Rubén (nombre inventado), que sigue al «pie del cañón» porque la empresa de muebles en la que trabaja mantiene la misma rutina. Como la mayoría, lleva «guantes, mascarilla y un gel desinfectante en su coche». También como la mayoría afronta con «miedo» cada día de trabajo. «Claro que estoy preocupado», apunta este joven leonés que solo libra los fines de semana, como antes del confinamiento. Ahora únicamente va a viviendas en las que «no hay nadie para evitar el contacto».

Ese metro de distancia que ha puesto en alerta a los 700 teleoperadores que no pueden encerrarse en sus domicilios. Algunas compañías permiten el teletrabajo, pero en otras «no están tomando las medidas oportunas», asegura Jorge González Álvarez, técnico de prevención de riesgos laborales en UGT. «Están metidos en cubiletes, como gallinas, uno al lado del otro, sin organizar turnos para reducir la afluencia de empleados», revela el sindicalista, que también ha detectado deficiencias en la construcción.

El problema de los call center lo ha sufrido en sus carnes Rubén, quien hasta hace un semana estaba contratado por una ETT que da servicio a la administración pública. Le han suspendido hasta el 31 de marzo. Al día siguiente estará en el paro. «A raíz de todo lo que salió en los medios mejoraron algo las condiciones pero no respetan el decreto. Tampoco lo firmado. No han presentado un Erte (que garantiza el 70% del salario) y no tenemos derecho a nada», explica este teleoperador leonés, que prefiere no dar el nombre de la empresa para que no lo identifiquen.

Agustín López desinfecta un contenedor. RAMIRO

También está en su casa Vanesa, que se ha «pedido una reducción de jornada del cien por cien» para defenderse del coronavirus porque debía presentarse cada día en su centro laboral. Lo sorprendente es que desempeña sus funciones en el Incibe, aunque bajo las órdenes de una de las subcontratas que dan soporte de mantenimiento, desarrollo o calidad. «Hemos tenido que tomar nuestras propias medidas», subraya «preocupada».

En una zona delicada están los empleados de supermercados, que han actualizado los protocolos de seguridad, tanto para clientes como para el personal. Han reducido el aforo a la mitad, instalado mamparas, dan guantes a la entrada y ahora ya se vigila incluso que la gente no adquiera más de dos artículos de un mismo producto.

También han activado planes específicos empresas como Miguélez, Garnica Plywood, Embutidos Rodríguez o Lactiber. El objetivo es mantener la actividad, pero protegiendo al máximo las instalaciones. Eso mismo hace cada mañana Emilio, que regenta la tienda de alimentación Jambrina, el adobo de León, en la calle Alférez Provisional. «Me lavo las manos unas doscientas veces al día, desinfecto, siempre llevo guantes y extremo todas las precauciones, aunque eso no te exime del todo», señala. En la misma línea, ha reducido el horario. «Abro de nueve a tres y por las tardes llevo todos lo pedidos, que ahora son gratuitos, aunque solo sean un par de filetes», apunta Emilio, consciente de que muchos de los vecinos que compraban habitualmente son gente mayor y personas de riesgo. Le da respeto al virus, pero sobre todo lo que vendrá después. «La gente tiene que acordarse del pequeño comercio y apoyarlo», subraya.

Los conductores de autobús extreman las medidas. RAMIRO

Del mismo modo, en la carnicería Lorpi, junto a la plaza del Espolón, han puesto un plato donde los clientes dejan el dinero y Remedios Ferreiro les da la vuelta. Deben además estar separados, como avisa el cartel de la entrada.

También se protegen los taxistas, que ahora van con guantes y mascarillas. O autónomos como Rubén Santos, agente del BBVA. «Nos apoyamos mucho en el teletrabajo para que el cliente evite ir a las oficinas o al despacho. Hemos suprimido las reuniones y ha bajado el volumen de negocio», aclara. Peor lo tienen los propietarios de un taller de coches, que no están incluidos en el decreto pero tampoco reciben ingresos.

Pero si algo llama la atención es el déficit de material entre el personal sanitario, convertidos en héroes por los ciudadanos que los aplauden cada día desde las ventanas para que no decaigan a pesar de las limitaciones con las que desarrollan funciones vitales. En este sentido, el sindicato médico Cesm exigió ayer «medidas de protección para todos los equipos asistenciales y test de detección, especialmente para el personal sanitario». El 12% está contagiado, recordaron. En este sentido pidieron que se respeten las jornadas de descanso y que se refuerce el aislamiento para que no se propague el virus.

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