Diario de León

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«Muchas gracias y... a trabajar»

José Luis Rodríguez Zapatero, arropado por su familia, su grupo parlamentario y los socialistas leoneses, se convierte en el quinto presidente de la democracia española

José Antonio Alonso fue de los primeros en felicitar efusivamente a su amigo Zapatero

José Antonio Alonso fue de los primeros en felicitar efusivamente a su amigo Zapatero

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Chemas Robles - corresponsal | madrid
León

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Cuentan que a José Luis Rodríguez Zapatero nunca le ha gustado correr para conseguir sus metas, que busca sus alforjas para el camino y no se lanza a él hasta que no tiene la seguridad de que va a llegar; que desespera a compañeros y rivales con su eterna tranquilidad, y que siempre, contra pronóstico, acaba llegando en cabeza. Otros, como su padre o su jefa de prensa, cuentan que también tiene una suerte especial, que tiene baraka. Sea como fuere, lo cierto es que el político leonés culminó ayer un cuatrienio meteórico en el que ha pasado de ser un eterno y prometedor diputado de provincias que había llegado a la dirección del PSOE a conseguir la confianza de su partido y de la mayoría de la población. Y lo hizo rodeado de los suyos, de los que siempre confiaron en él y los que se fueron convenciendo de las posibilidades. De José Blanco, una autoridad ya en los pasillos de la Cámara Baja, que, como suele decir José Bono, «ganó un congreso con un móvil», y al que nadie le discute ya ninguna idea, como la de ZP. De Jesús Caldera, uno de los diputados que le animaba a dar el salto en las cafeterías de los alrededores del Congreso en la primavera del 2000. De Angélica Rubio, de Julián Lacalle o de José Andrés Torres Mora. Entre ellos, su amigo José Antonio Alonso, con quien se fundió en un cálido abrazo tras la proclamación. O Amparo Valcarce, su antigua compañera en las listas al Congreso, que ayer no cabía en sí de felicidad, y que tuvo tiempo de bromear con el nuevo presidente en pleno aluvión de besos y abrazos. «Lo hemos pasado muy mal estos ocho años», le comentó al ya presidente. También ocupaban sus lugares en el hemiciclo en su condición de senadores Miguel Martínez, quien ayer era un hombre especialmente feliz y orgulloso que se paseaba por el Congreso con un periódico francés con la foto de su amigo, y José Giménez, Antonio Canedo y Ana Durán, que no se perdieron las jornadas históricas para su paisano. O el líder autonómico del PSOE, Ángel Villalba, que siguió las sesiones desde la tribuna de invitados. Pero donde se vivió con más intensidad la proclamación del leonés fue en la tribuna que ocupaban los familiares del político leonés y el alcalde de León, Francisco Fernández, situado entre Juan Rodríguez padre, reflexivo y conteniendo la emoción, y Juan Rodríguez hijo, más nervioso y eufórico. Junto a ellos, Sonsoles, discreta y sonriente. En la votación, pese a la nula posibilidad de sorpresas, incertidumbre y nervios, rotos en alguna ocasión por las habituales bromas o salidas de tono de algunos diputados en su turno de voto, o en el momento en el que Juan Morano votaba «no» a la investidura de Zapatero, lo que se tradujo en sonrisas y miradas cómplices entre los familiares del político leonés. Cuando Manuel Marín lo proclamó presidente del Gobierno, ya con toda la tribuna en pie, el alcalde de León se fundió en un abrazo con el padre de su amigo, y Juan Rodríguez (hijo) lanzó sus puños al aire. Y más abrazos y felicitaciones. Hasta ese rincón se acercaron Manuel Chaves y Javier Rojo para felicitar a Sonsoles y a toda su familia. «Por fin tenemos la Casa de León en La Moncloa», bromeó el alcalde leonés. Zapatero abandonó el Congreso entre una nube de fotógrafos, y repitió una frase: «Muchas gracias y... a trabajar».

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