Rajoy: «¡Qué dura es la vida!»

José María Aznar y Mariano Rajoy pudieron comprobar qué distinta es la vida en el Gobierno y la oposición. Cataron que los despachos, las lisonjas y atenciones que se reciben en el poder se tornan en ninguneos y abandono cuando se pierde. Después de felicitar a José Luis Rodríguez Zapatero por haber obtenido la confianza del Congreso para ser el próximo presidente del Gobierno, el jefe del Ejecutivo saliente y el secretario general del PP se encontraron con una tupida barrera de reporteros gráficos que intentaban inmortalizar el momento de las felicitaciones al líder socialista. Una barrera que lejos de apartarse cual aguas del mar Rojo, como ocurría hasta unos minutos antes, se mantenía incólume. Aznar y Rajoy tuvieron que abrirse paso con sus propias manos y apartar a los informadores para poder ganar el pasillo. Conseguido el objetivo, el nuevo jefe de la oposición no dudo en exclamar: «¡Qué dura es la vida!». Y se fue a hacer unas declaraciones para anunciar el estilo que tendrá la oposición. El presidente del Gobierno saliente, a su vez, intentó ganar la calle a toda prisa. Un intento de los informadores por conocer su opinión fue respondido con un seco «adiós», y una segunda tratativa recibió la misma respuesta, «adiós». Cogió el coche oficial, y se trasladó a su nueva residencia en la urbanización Monte Alina, en la localidad madrileña de Pozuelo. Ya no volverá a la Moncloa. Dejó el palacio ayer, cuando después del discurso de investidura de Rodríguez Zapatero comió por última vez en la residencia presidencial junto a su esposa, Ana Botella.