Diario de León

La frase «déjame marchar» genera un gran debate, aunque los teólogos la vinculan a su disposición para morir

El testamento del Papa siembra dudas sobre si quiso o no dimitir en el 2000

Exime al colegio cardenalicio de consultar a Polonia acerca del lugar de su entierro. Documento:

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El testamento de Juan Pablo II ha dejado una discusión para la historia. El 17 de marzo del 2000, Karol Wojtyla escribió un texto del que podría deducirse que estaba tanteando la posibilidad de renunciar al pontifi cado. La interpretación de sus palabras, escritas inicialmente en polaco y traducidas por el Vaticano al italiano, provocó ayer un controversia de carácter planetario que probablemente no ha hecho más que empezar. En el polémico párrafo, el Papa escribió: «A medida que avanza el Año Jubilar 2000 va quedando, día a día, a nuestras espaldas el siglo XX y se abre el XXI. Según el designio de la Providencia, se me ha concedido vivir en el difícil siglo que está quedando en el pasado, y ahora, en el año en que mi vida alcanza los ochenta años, es necesario preguntarse si no ha llegado la hora de repetir, con el bíblico Simeón nunc dimitis». Inicialmente, los medios de comunicación acreditados en el Vaticano, incluida la agencia italiana Ansa, consideraron que con este «nunc dimitis» -déjame marchar- Juan Pablo II expresaba su deseo de abandonar. Pero transcurridas las horas, teólogos y analistas advirtieron que, en el contexto en el que fue escrita la frase y con la referencia explícita a Simeón, Wojtyla se refería, en realidad, a que estaba preparado para morir. Una tesis que avalaría el párrafo siguiente: «Espero que Él me ayude a reconocer hasta cuándo tengo que continuar con este servicio. Le pido que me llame cuando él mismo quiera». Iglesia siempre ha interpretado que el canto de Simeón es un reconocimiento de que quien lo entona está preparado para morir. Su entierro En todo el testamento rechaza la posibilidad de abandonar el servicio papal por propia iniciativa y deja a Dios la decisión de «llamarme cuando Él quiera». El Santo Padre decidió escribir tras leer las últimas voluntades de Pablo VI, cuyo funeral pide que se imite y pide que los documentos personales sean quemados. Dispone, además, cosas diferentes sobre el lugar en el que quiere ser enterrado. En 1982 pide al colegio cardenalicio que atienda las peticiones que le hagan desde Polonia, pero tres años después aclara que los purpurados «no tienen obligación alguna de consultar sobre este argumento a los compatriotas; pueden hacerlo si por algún motivo lo consideran justo». Por el contenido del texto, se deduce que el atentado de Ali Agca tuvo una enorme carga simbólica para Juan Pablo II, que escribió: «En el día 13 de mayo de 1981 la Divina Providencia me salvó milagrosamente la vida». El testamento concluye con un deseo: «Que Dios os dé la recompensa». Wojtyla asegura que no deja «ninguna propiedad de la que sea necesario tomar disposiciones» y pide que «los apuntes personales -documentos adjuntos al texto- sean quemados».

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