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El desafío del catalán inmigrante

Reunión del Consejo Nacional del PSC, que eligió a José Montilla como su candidato

Reunión del Consejo Nacional del PSC, que eligió a José Montilla como su candidato

Publicado por
Manuel Campo Vidal
León

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La apuesta es estremecedora: por primera vez en la historia puede haber un presidente de la Generalitat no nacido en Cataluña, no nacionalista y no relacionado con la élite social que controla el país. «Cien familias controlan las estructu-ras de poder catalanas», le dijo Nuria Gispert, presidenta de Cáritas, al periodista Andreu Farrás, coautor del Oasis catalán . «Somos cuatrocientos, y nos conocemos todos porque estamos en todos los sitios en que hay que estar», remachó Félix Millet refiriéndose al Liceo, el Ateneo, el Barça, el Club de Polo, el Círculo de Economía... Y, por supuesto, los partidos políticos, inclui-dos los de izquierda. Si no, véase a los socialistas Serra y Maragall e incluso al Ribó de Iniciativa per Catalunya. Pepe Montilla no es de ese mundo. Es un cordobés dispuesto a torear en una plaza muy difícil, que llegó al Bajo Llobregat a los 16 años como un maletilla laboral. «Trabajaba como aprendiz en artes gráficas doce horas, y después como administrativo de día para terminar el bachillerato por las noches», recordó ayer en Tarragona ante una audiencia emocionada porque narraba la vida de buena parte de los presentes. «A Montilla nadie le ha regalado nada, -dijo allí Zapatero en un vídeo-, y está donde está, a las puertas de la presidencia de la Generalitat, por su esfuerzo». Valía la pena viajar a Tarragona a su proclamación como candidato para presenciar dos grandes novedades: un giro de los socialistas catalanes alejándose del nacionalismo que parecía tenerlos secuestrados y el estreno de un candidato elocuente al que no reconocían ni los suyos. «Hace veinte años que lo conozco y nunca lo había visto emocionado», dijo Pepe Álvarez, líder de la UGT catalana. «A ver si nos sale otro Bambi, y no sabíamos que lo teníamos», especuló el sindicalista. Tras una intervención de Maragall, generosa y nada errática en la que de paso anunció que seguirá en política desde algún lugar de la Europa mediterránea, Montilla dejó claro su programa: basta de debate identitario y, ante todo, eficacia de gobierno en favor de los ciudadanos para poner a Cataluña a la altura de los mejores de Europa. Y una frase clave para los nacionalistas de fuera y también de dentro, del PSC: «Basta de llenarnos la boca con la palabra nación, porque nación es la casa, la escuela, la empresa, la gente, los ciudadanos. Por eso digo que es la hora de los catalanes, de los ciudadanos de Catalunya». Y aún otra de resumen: «Después de casi treinta años de construcción nacional, ahora toca construcción social». Buenafuente o Aznar Aun con todo el afecto y las largas ovaciones a Maragall, era como decir que después de divagar tres años sobre el reino de los cielos del nacionalismo, toca ocuparse de cuestiones terrenales: carreteras, competitividad de la empresa, emprendedores, inmigración, seguridad... Una sola referencia en su discurso a los convergentes, que habían denunciado que «el Gobierno tripartito tiene una caja negra que habrá que abrir», a los que replicó, solo para enterados, que «hay algunos a quienes les gustan otro tipo de cajas», en alusión a las comisiones del 3%. Y ni una referencia al PP, salvo un pasaje que hizo reír al auditorio -y reír con Montilla es noticia- cuando dijo: «Ya sé que no soy la alegría de la huerta, sobre todo si se me compara con Buenafuente o con Groucho Marx. Sólo tengo posibilidades si se me compara con Aznar». Sus posibilidades de gobernar crecen, pero quizás demasiado lentamente, porque la ducha fría del interminable Estatut desmotivó a los tradicionales caladeros de voto que dan la victoria a los socialistas en las generales y se la niegan en las autonómicas. Dependerá de si el mensaje de ayer llega suficientemente a ese público. El 1 de noviembre por la noche se verá. Por adelantado, Josep Piqué le ha echado las cuentas a Artur Mas: «Si no hay diputados para reeditar otro tripartito, entonces Convergencia dependerá de los escaños del PP para alcanzar la presidencia». Ese es el sueño de Piqué, de Rajoy y el pronóstico, que no sólo sueño, de Ruiz Gallardón. Entretanto, la política nacional sigue con la bronca de siempre, con Zapatero diciendo a los suyos que todo va bien, pero habrá que verlo al final de la legislatura, y con el PP manejando sólo el escenario de la catástrofe. Ahora, el PP vasco sacará un vídeo entrelazando la rosa socialista con la serpiente de ETA. Una desmesura que supera a otras que parecían insuperables. En ese escenario de catástrofe falló el Papa en su visita a España. En la discreción del mundo católico se escuchan murmullos críticos porque les ha parecido que la moderación se está apoderando de aquel radical Ratzinger. Sólo faltó que recién llegado de Valencia a Roma sustituyera al portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, hombre del Opus Dei, por el jesuita Lombardi. Los Legionarios de Cristo andan en Madrid muy molestos, aunque a Ángel Acebes no se le haya escuchado comentario público alguno.

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