Diario de León

«Como privilegio, sólo se nos ocurre que nos traen el pan a casa»

Una familia asentada en un pueblo leonés resume el sentir de la población rural sobre la calidad de vida a la que pueden acceder frente a los servicios que se prestan en la ciudad Empre

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L. Urdiales - león
León

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La inmediatez del proceso para la aprobación de la Ley de Desarrollo Rural que el Gobierno impulsa con el objetivo prioritario de que el campo no quede vacíos deja sensaciones contradictorias entre la población a la que se dirige la normativa. «Es que hemos oído tantas veces hablar de desarrollo rural y defensa de este medio, que ahora, uno no sabe que pensar. Si será una utopía o realmente servirá para salvar el futuro». La reflexión es Ana Belén González y Javier Alonso, matrimonio, padres de dos niños de 10 y 7 años, establecidos «por vocación» en un pueblo de la comarca de los valles, al sur de la provincia. En Audanzas del Valle viven alrededor de 200 personas. «De las que vivimos aquí todo el año», precisan. Y el pueblo tiene aún condicionantes vegetativos que le alejan de la norma que define a la totalidad de los pueblos leoneses, más exagerada cuanto más se aproxima a la montaña: aún hay niños por las calles (sin escuela) y actividad agrícola, sustentada por profesionales de menos de cuarenta años. La excepción, sin embargo, no es acorde a la dotación de servicios y medios que requiere una sociedad avanzada. «Estamos a diez kilómetros de la A-66 y a seis de la A-6; y sin embargo, la cobertura del teléfono móvil es más que deficiente», contrasta Javier, agricultor y horticultor de profesión, que tiene argumentos para un libro basado en las peripecias que vivió para conseguir un teléfono fijo en su casa. «Tres años y pico, así que nadie mejor para hablar de la necesidad y la dificultades que tenemos con las nuevas tecnologías». La fibra óptica, ni se menciona en Audanzas. El matrimonio accede a interpretar el fenómeno sociológico que define el mudo rural leonés de los últimos treinta o cuarenta años; y sin final apreciable. «¿Que por qué la gente no se queda a vivir en los pueblos? Porque no hay las mismas facilidades de vida que en las ciudades. Aquí tenemos la mejor explicación. En este entorno hay una solución de empleo, además de la del campo, con una transformadora agroalimentaria (se refieren al municipio de La Antigua) y la gente trabaja pero no se establece. Sí, viven en Valencia, en La Bañeza, pero es el mismo caso. Eso no son pueblos». Javier Alonso acentúa la primera condición para vivir en el campo, y del campo: «Vocación». Le respalda su mujer, que es peluquera, que dejó la ciudad para ir a vivir en el pueblo; «por amor» contesta sin vacilar. Y sin rubor. Comparten la condición de emprendedores; él, con una explotación agrícola «tenemos una cuota de remolacha que no me atrevo ahora a doblar porque no hay mano de obra» que diversifica con el cultivo y la comercialización de productos de huerta. Ella, con la peluquería que regenta y que puso en marcha con la ayuda de del grupo de acción local Poeda. Los niños, Saúl y Mirella, estudian en un colegio a 25 kilómetros de casa. En el centro de servicios, al que aluden habitualmente. El punto de referencia al que se agarra hoy en día todo pueblo de León para subsistir. El croquis de circunstancias que definen la vida de la familia Alonso-González revela también sus expectativas: «Eso de que en los pueblos hay privilegios ¿ a nosotros ahora sólo se nos ocurre que nos traen el pan la puerta de la casa», dicen, al comparar sus posibilidades frente a las que existen en las ciudades. El futuro, el de los hijos El resto de la relación es claramente deficitaria. El médico, tres días a la semana. Nada de biblioteca o ludoteca u otro punto de recreo, ocio o cultura para los niños; nada de banda ancha para acceder a Internet. «Balón y bicicleta», resume el padre, satisfecho ahora porque ve el entorno rural ideal para los primeros años de vida de los chicos, con la ayuda inestimable de los abuelos. «Y mañana, serán definitivos para que decidamos seguir aquí o no. Depende de si pueden seguir sus estudios cerca de casa». La condición depende de la igualdad de derechos y oportunidades, deja entrever la pareja. En la exposición de Javier y Ana Belén hay coincidencias que las voces que reivindican la necesidad e poner en valor el campo. «Hay mala prensa sobre los pueblos y sobre la gente que vivimos en ellos; parece como que fuéramos menos que los que viven en la ciudad. Y no sé la razón, porque realmente nuestra dedicación como agricultores es producir el 100% de los alimentos. Así es que hace falta otra consideración», reivindica el agricultor. «Es de mal gusto pensar que quien vive en un pueblo es ignorante», puntualiza su mujer, que simplifica la función: «Igual bastaba con que nos reconocieran nuestra la aportación a un entorno sostenible».

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