Diario de León

| Crónica | Un barrio sabrosón |

El Ejido huele a yuca y suena a «Reggaeton»

El asentamiento de población caribeña en el céntrico barrio de la capital leonesa ha impulsado el negocio de los «colmados», tiendas típicas donde se compra y se habla

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Las calles del Ejido están cambiando de color. El céntrico pero denostado barrio de la capital leonesa, con alquileres moderados si se compara con otras zonas cercanas, desprende Caribe. De las ventanas abiertas de par en par salen melodías de

y empiezan a proliferar los comercios y bares regentados por dominicanos y cubanos. Los bancos fijos de la avenida José María Fernández se han convertido en lugar de tertulia matinal para los más mayores, mientras los colegios públicos del barrio empiezan a llenar sus aulas de sonrientes niños procedentes de las islas caribeñas

En el barrio ahora se cocina Sancocho y La Bandera -”ambos, platos típicos dominicanos-” y consecuencia de ello son los dos

que se han abierto durante los últimos meses en lugares estratégicos del Ejido. «Un colmado es una tienda típica de República Dominicana donde se vende de todo. No es un supermercado, sino un lugar donde la gente va a comprar al por menor cada día», explica Yeni, propietaria de El Colmadito, en la calle San Juan.

El negocio lleva abierto desde abril. Es un local que no tiene más de 20 metros cuadrados, pero aprovechados de tal manera que, además de la mercancía, hay espacio para unas cuantas sillas, lo que evidencia que el que se acerca a la tienda no sólo va a comprar; probablemente charle durante un buen rato, incluso si sigue la tradición puramente dominicana se tome un roncito Brugal mientras escucha música bien alta. Pero las quejas de la población local limitan esta costumbre: «Unos piden que subamos la música y otros que la quitemos. Y es que si no hay música, no hay colmado», indica Yeni. Por eso, El Colmado, más que un ultramarinos, es un punto de encuentro.

Yeni tiene la tienda decorada con pesos de oro dominicanos, dólares estadounidenses y euros del Monopoly. «No sé si tendremos que hacer la maleta y marchar, porque si no estás aquí trabajando todos los días del año desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche, esto no es rentable».

A sólo unos metros de este local se encuentra La Palmera, en la avenida de José María Fernández. Además de productos dominicanos, este establecimiento ofrece servicio de locutorio, por lo que la miscelánea de culturas que se da cita, sobre todo al atardecer, es extraordinaria. «Venid por la tarde y veréis cómo se pone esto. Hay africanos que han llegado en patera, dominicanos, ecuatorianos... Y cada uno tiene su propia historia», comenta Margarita Pinales, orgullosamente embarazada de su tercer hijo. Será el primero que nazca con la nacionalidad española.

Margarita ya ha decorado la tienda con motivos navideños. En este

también hay sillas para los clientes. Y cajas con yuca, plátanos y aguacate. El problema del frío leonés frente al temple caribeño es que los aguacates no acaban de madurar. Pero a cambio se puede comprar cualquier producto enlatado, desde leche de coco o frijoles hasta la famosa cerveza dominicana El Presidente.

Las tertulias de calle también empiezan a ser comunes entre dominicanos. Es habitual encontrarse con grupos de mayores aprovechando los rayos del sol y hablando de todo un poco. «Aquí uno pasa y le preguntamos por el trabajo, por su vida...», comenta un espontáneo. «Vayan con Dios y un santo regular», despide otro.

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