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A leguas de Nemo

La película está repleta de pescados antropomórficos y estrafalarios

La película está repleta de pescados antropomórficos y estrafalarios

Publicado por
Rosa R. Porto
León

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A 20.000 leguas -que es una cifra muy submarina­- podemos situar este filme animado con respecto a la ya clásica Buscando a Nemo , su antecesora en esto de crear aletas por ordenador. Las diferencias entre las dos son muestra también del enfoque diametralmente opuesto que mantienen Pixar y DreamWorks y que les granjea, a su manera, taquillas multimillonarias. El primero apuesta por historias universales que emocionan y divierten a todo tipo de públicos, mientras que el estudio rival prefiere jugar con la parodia inteligente y los guiños al espectador. Pero esta fórmula, que tan buen resultado dio con Shrek y secuela, parece no ser infalible. El espantatiburones es la demostración de que hace falta algo más que prodigios técnicos, voces conocidas y una retahíla de bromas para hacer una gran obra de animación. Y es que el choteo a costa del cine de gángsters mezclado con un aire hip-hopero no sirve de nada si los dos personajes protagonistas no consiguen captar nuestro interés y simpatía. Así, hay que buscar los mejores momentos en las apariciones de los secundarios de lujo y en las constantes alusiones a Tiburón de Spielberg, copropietario de DreamWorks. Realmente, ver a los tiburones cantando la conocida sintonía compuesta por John Williams no tiene precio, lo mismo que la creación de un reconocible Nueva York submarino. Sin embargo, el doblaje castellano impide disfrutar de una de las bazas de la película: el parecido entre los personajes acuáticos y los actores que les prestan su voz. Una vez más se ha preferido anteponer el gancho comercial de ciertos actores y personajes populares a su idoneidad o capacidad como dobladores. A ver si aquí nos enteramos de que esas cosas también hay que cuidarlas... EL ESPANTATIBURONES: EE.UU., 2004. Dir: Bibo Bergeron, Vicky Jenson y Rob Letterman. 90 minutos.

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