A sangre y vodka

Pensando en una superproducción rusa, lo más probable es que la película que venga a la mente lleve los nombres de Mikhalkov o de Sokurov. No es éste el caso. La sorpresa se duplica si atendemos al género de Los guardianes de la noche , casi inédito en ese país: fantástico aderezado con gotas de terror. Por si fuera poco, este poltergeist cinematográfico se plantea como una trilogía. De su ambición dan prueba también una espectacular puesta en escena y unos efectos visuales a la altura de lo que viene de Hollywood. Curiosamente, la nostalgia zarista de Mikhalkov sale más cara que esta historia de vampiros, videntes y choque de fuerzas cósmico en el crepúsculo. Y a pesar de que la postproducción se debe a la Fox que, de paso, la distribuye y se saca un buen pellizco, todo es Made in Rusia. Méritos suficientes cuando que lo fantástico sólo parecía dar frutos en Francia. Además, existen otros aspectos reseñables. La solvencia técnica del director y la credibilidad del reparto -desconocidos a este lado del continente- están a prueba de bombas, como suele suceder con lo que viene del antiguo bloque comunista. Pero, sin duda, lo mejor es la apuesta por un Moscú tenebroso y sórdido como escenario de esta lucha entre el Bien y el Mal, con brujos que mezclan sangre y vodka, desayunan Nescafé y usan teléfonos Nokia de última generación. Lo peor, la tendencia a la empanada mítico/mental. Perdida la inocencia de La Guerra de las Galaxias , y culminado el grandioso ciclo de Tolkien, ya todo suena a hueco. LOS GUARDIANES DE LA NOCHE. Rusia. 2005. Director: Timar Bekmambetov. Intérpretes: Konstantin Khabensky, Vladimir Menshov, Valeri Zolotukhin, Mariya Poroshina.