Diario de León

Donde habitan las hadas

Tallín, capital de Estonia, es una de las ciudades más hermosas de toda Europa. Muestra el complejo amurallado —en el casco histórico medieval— Patrimonio de la Humanidad, más completo del continente, con algunas puertas y torres cónicas emblemáticas

En la imagen superior Tallín, la ciudad de las torres. La más alta, al fondo, es la de la iglesia de San Olav, uno de sus símbolos. En las fotos inferiores, a la izquierda el Ayuntamiento con las cabezas de dragón como gárgolas y la torre octogonal remata

En la imagen superior Tallín, la ciudad de las torres. La más alta, al fondo, es la de la iglesia de San Olav, uno de sus símbolos. En las fotos inferiores, a la izquierda el Ayuntamiento con las cabezas de dragón como gárgolas y la torre octogonal remata

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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A orillas del Golfo de Finlandia, separada unos 80 km de Helsinki, se encuentra Tallin, la capital de Estonia, una ciudad relativamente pequeña pero intensamente hermosa, sin duda una de las más sorprendentes de Europa, que muestra el complejo amurallado, en el casco histórico medieval, Patrimonio de la Humanidad, más completo del continente, con algunas puertas y torres cónicas emblemáticas. Se trata de uno de los más hermosos que este viajero haya visto jamás. De ahí que entre tantos piropos históricos recibidos –«La Joya de los Países Bálticos», especialmente—, «La Ciudad de las Torres» la defina con precisión, complementaria, al hacerla diferente a tantas ciudades hermosas como el viajero pueda encontrar por las diferentes geografías que camine. Uno, sin embargo, piensa en la ciudad en que habitan las hadas, por esa atmósfera singular y única, seguramente consecuencia de lo anterior. La magia y la sorpresa no nos abandonan en Tallin.

El tamaño de la ciudad, especialmente su centro histórico, nos permite recorrerla a pie fácilmente. La curiosidad por conocer algunos lugares que nos permitan contemplar las ciudades desde las alturas se concreta aquí en tres puntos que se me antojan fundamentales. Se los recomiendo.

Tallin está asentada sobre una colina. Desde los miradores de Toompea, la parte alta, se observa una hermosa panorámica del casco antiguo con la silueta de la ciudad moderna al fondo. Especialmente recomendados los miradores de las calles Kohtu y Patkul, este con la oferta visual remarcada de las torres –la de la iglesia de San Olav es uno de los símbolos de la ciudad— y la bahía. Muy cerca, la catedral de Santa María, conocida como «El Domo» (Toomkirik), la principal iglesia luterana de Estonia, iglesia llena de escudos y epitafios de la nobleza, que no en vano fue históricamente la iglesia parroquial de la élite aristocrática. Uno quiere subrayar en este momento la belleza y uso de los órganos, de tanta presencia musical en la tradición luterana. Pero, en este caso concreto, advierte en la catedral una larga, estrecha y empinada escalera de caracol que conduce hasta la torre. No lo dude. Las vistas son muy hermosas, maravillosas incluso y sorprendentes. Entre ellas, qué duda cabe, la catedral ortodoxa Alexander Nevsky, que, frente al Parlamento, domina el alto de la colina. De 1900, merece su interior una visita, aunque lo que más llame la atención sean sus clásicas cúpulas y el hermoso equilibrio del conjunto, que se construyó siguiendo el modelo de los templos de Moscú del siglo XVII. Si desea añadir otro significado a su construcción, subraye que fue concebida como símbolo del poder político y religioso del imperio ruso sobre la rebelde provincia báltica.

Todos los caminos conducen a la Plaza del Ayuntamiento (Raekoja plats), el verdadero corazón de la ciudad. El edificio, gótico y bien conservado, permite acceder a la torre mediante los contados ciento quince escalones. La perspectiva desde los ventanales retrata no solo la plaza, sino buen parte de la ciudad. Cierto es que no es este el mejor mirador. Pero sí el lugar. Y ya que estamos allí y aprovechando la circunstancia, no estaría de más dar un paseo por los alrededores cercanos. En otro momento le haré compañía con otros itinerarios.

El edificio del Ayuntamiento (Tallina Raekoja) llama la atención, entre otras cosas, por la larguísima torre octogonal que apunta al cielo, rematada por una giraldilla conocida como «Viejo Tomás» (Vana Tomas), un símbolo muy querido por los habitantes de Tallin, que contiene la leyenda del hijo de la pescadora viuda. A ver si es capaz de reconstruirla, con ayuda, claro, ahora que la entidad de las leyendas parece asociarse de forma esencial a cualquier monumento que se precie. Legendarias y míticas son las cabezas de dragón que sirven como gárgolas.

Merece la pena la visita de su interior, aunque, como siempre, depende del tiempo. Sí le advierto que en una esquina baja del edificio el restaurante III Dragon, de estilo medieval, oferta curiosa y precios interesantes. Tomé una cerveza, sabrosa, para continuar caminando. Hablando de restaurantes, por si acaso, el cercano Olde Hansa (la Vieja Casa), que propone un festín gastronómico al estilo medieval. Inconfundible además por la presencia de personajes que, vestidos de época, con abundante naturaleza y voz pregonan en la calle sus bondades. Merece también la pena, además del espectáculo, encendido con frecuencia en los lugares más inesperados. Recuerdo con sumo cariño y deleite, en este sentido, a los diez componentes, padres incluidos, de una familia cantora que en un pequeño jardín entusiasmaban a los transeúntes haciendo sonar sus instrumentos y sus voces.

Camine la plaza en cualquier dirección. Bares, restaurantes, terrazas, comercios… Escenario diverso siempre, a la que, por ejemplo, antes traían a su picota ladrones y criminales condenados a muerte, hoy es emplazamiento de varios acontecimientos y ferias artesanas. No deje de visitar, aunque solo sea por simple curiosidad, la farmacia: abierta desde 1422, esta curiosa botica a un costado de la plaza, es de hecho la farmacia activa más antigua de Europa.

Muy cerca, la iglesia del Espíritu Santo, donde asistí a un hermoso concierto de órgano. Se observa en las iglesias de estos ámbitos geográficos la diversidad de culto por el que han pasado. Y su tradición musical. No sé si lo dije, pero lo digo al amparo de esta consideración, que Tallin es ciudad de museos y de música, en este pequeño paraíso para hadas y caminantes. De cualquier forma, esta iglesia, el templo más pequeño y antiguo de la ciudad, conserva la estructura del siglo XIV, tanto en el exterior como en el interior –profusos tallados en madera, retablo del siglo XV—. Y un elaborado y hermoso reloj en la fachada. Hablamos del reloj público más antiguo de la ciudad.

Al lado mismo, todo está a mano, el pasaje o callejón de Santa Catalina, una de sus calles más románticas sin duda, con talleres y tiendas de artesanía, algunas verdaderas cajas de sorpresas. Muchos rincones para descubrir y degustar. El ambiente, recogido y gratificante, puede suscitar innumerables sensaciones. Hoy le dejo aquí para que las disfrute a su aire. La de haber retrocedido en el tiempo puede ser real. Como en esta zona nacen muchas rutas por la ciudad antigua, nos volveremos a encontrar aquí en otra ocasión para recorrer algunas. El misterio de Tallin es inagotable.

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