Diario de León

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Qué miedo da lo que largan esos dos, Trump y Bolsonaro. El uno proclamó en la ONU su receta milagrosa, puro bálsamo de Fierabrás: «menos globalidad y más patriotismo»; y el carioca, en lo suyo: «menos Amazonía de la humanidad y más patio particular», que esa selva no es el pulmón del planeta ni de nadie, es del brasileiro (y a punto estuvo del «¡menos samba y mais trabalhar!»).

¡Qué miedo!, amigo Sancho, dijo el de la Triste Figura, caballero él.

Porque en tiempos de miedo (la red apocalíptica lo siembra a diario) la gente que disparata clarividencias, profetiza patrias o predica grandes remedios crea opinión y acaba en legión. Mindundis ricachos o grises tiralevitas llegan a liderar la Política-Espectáculo y se empeñan en ser elementales a toda costa: a mayor simpleza, mejor les entienden; y a crisis complejas, ideas pez: «el cambio climático es una patraña», «el mal mundial se llama socialismo» o «la Tierra es plana» (dicen si les rebaten: «al menos algunas veces es plana, yo ahí lo dejo»). 

Y dijo Sócrates en modo misericordia: en el fondo, ¡son tan infantiles esos dos que andan sueltos por ahí!, ¡son tan infantiles sus rabietas y altanerías ruidosas!, ¡es tan infantil su egoísmo de panzapegos! ¡Y es tan infantil el pasmao que les escucha con la boca abierta de jalear y con la mano lela de votar!... predícale pánicos y lloriquea. Casi todo lo que sucede lo explica el infantilismo, feo cáncer. Y feo tiempo de gustos peligrosamente infantiles; valga esa dictadura infantil que a lo bobo ya se impone al comer sin ton, al vestir sin son, al creerse un don o al perseguir el din. Tiempo para una perfecta Trinidad infantil: tres Neurosis distintas -lo Blando , lo Rosa y lo Pijo - y un solo dios verdadero -el puto Dinero -. 

A estos dos triunfadores en negocios y masas -tío Trump, tito Bolsonaro- les es fácil captar fieles entre veedores de escaparates llevándoles al delirio cuando altisuenan, gallean o trufan su cacareo con algo jocoso o grosero. Y lo peor: teniendo a tipos así en lo más alto, todos los idiotas se vienen arriba.

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