Diario de León

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He de reconocer que me equivoqué de palmo a palmo al pronosticar hace una semana que la sentencia sobre el procés no iba a perturbar el debate político previo a las elecciones del 10-N. En mi descargo alego que se daba por descontado el rechazo político y la movilización social por parte del independentismo, pero que nadie esperaba las algaradas y disturbios que la pasada semana incendiaron literalmente la noche barcelonesa. Y menos aún que desde el gobierno de la Generalitat se contemporizara ante la espiral de violencia desatada por la minoría extremista que ha conseguido sembrar el caos y emponzoñar aún más la convivencia entre los catalanes.  

A toro pasado, hemos visto que, al apostar por celebrar elecciones generales pocas semanas después de que se conociera la sentencia, Pedro Sánchez cometió un grave error de cálculo. No esperaba que su Gobierno en funciones tuviera que hacer frente a una crisis de esta magnitud, que le coloca en el filo de la navaja a escasas fechas de la cita con las urnas. Y podía haber sido peor: ¿Se imaginan que se hubiera producido un muerto, ya fuera entre las filas policiales o entre los incendiarios desplegados por el callejero barcelonés?  

El Gobierno en funciones ha querido reducir la crisis a un problema de orden público y efectivamente lo ha sido. Pero la intolerable actitud de Quim Torra ha originado una gravísima crisis institucional en el momento político más intempestivo. Dando por hecho que el orden público quedará restablecido, lo positivo es que Torra se ha quemado como el ninot que ha sido desde que llegó al cargo, al tiempo que ha conseguido ahondar la brecha que divide al independentismo.  

Aparte de que es dudoso que se den los supuestos establecidos en la Constitución, aplicar en estas circunstancias el artículo 155 constituiría un craso error. Elevaría a Torra a la categoría de mártir por la causa y provocaría la reagrupación de ese dividido independentismo en un frente común contra la «ocupación española». Sin duda sería atizar el fuego con el más inflamable de los combustibles. Y tampoco parece indicado aplicar la Ley de Seguridad Nacional cuando por primera vez ha funcionado la coordinación y los mossos han actuado como primera fuerza de choque contra esa minoría extremadamente violenta.  

El verdadero patriotismo constitucional consistiría en actuar con la frialdad y precisión de un cirujano, sin sucumbir a tentaciones electoralistas que alejen aún más la vía de diálogo, imprescindible más pronto que tarde para superar la fractura que divide a la sociedad catalana. Pero con las urnas a la vuelta de la esquina, mucho me temo que ello es pedir peras al olmo.

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