Diario de León

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Dos mujeres caminaron solas por el espacio durante siete horas y diecisiete minutos el pasado 17 de octubre. Cristina Koch y Jessica Meir dejaron la Estación Espacial Internacional, embutidas en sus trajes blancos de astronautas a las siete y treinta y ocho minutos de la mañana, flotaron en la oscuridad hasta casi las tres de la tarde, y después recibieron la felicitación del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.  

«No se pongan nerviosas», les dijo el mandatario norteamericano, el mismo que, antes de llegar a la Casa Blanca, y cuando solo era un millonario extravagante con licencia para hacer tonterías sin que nadie se escandalizara demasiado, alardeaba de «agarrar a las mujeres por el coño» sin que pasara nada porque él era una estrella. El mismo que llamaba «asquerosa» a Hillary Clinton, o que trató de humillar a la presentadora Megyn Kelly con un comentario sobre su menstruación cuando la periodista le preguntó, durante un debate de la campaña que le llevaría a la presidencia, por sus comentarios sobre las mujeres, a las que ya entonces había llamado «cerdas, gordas, perras, guarras, y animales desagradables».  

Con las astronautas Meir y Koch ha sido muy suave. Solo un «no se pongan nerviosas» paternalista durante la conexión telefónica entablada para darles la enhorabuena por su paseo; un triunfo en la historia de la exploración espacial, nos han contado los medios de comunicación, como lo fue la primera caminata del ruso Alexéi Leónov el 18 de marzo de 1965.  

Y hasta el ministro español de Ciencia, Innovación y Universidades, el antiguo cosmonauta de la NASA Pedro Duque, poco sospechoso de caer en paternalismos, ha valorado la caminata de Meir y Koch como una referencia «para las niñas de todo el mundo» por ser «el primer paseo espacial solo de mujeres».  

Pero piénsenlo un poco. El enfoque no debiera ser que Meir y Koch han roto una barrera, sino por qué no les han dejado romperla antes. Porque al contarlo así; es un hito que dos mujeres hayan sido capaces de caminar por el espacio sin ayuda de ningún hombre, estamos demostrando toda la distancia que nos queda por recorrer para que veamos como algo normal que dos personas hagan solas, y sin ponerse nerviosas, lo que otras llevan haciendo desde hace 55 años.

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