Diario de León

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Ees noviembre de 2019 y no hay androides por la calle. No cae lluvia ácida sobre nuestras ciudades, sumidas en la penumbra. Ni vuelvan los taxis ni los coches patrulla.  

Se nos ha echado encima el tiempo de Blade Runner . Y la realidad se parece poco a la de aquella película. Nadie tiene ovejas eléctricas en su casa para hacerle compañía —y eso es de la novela de Philip K. Dick en la que se basó la película— ni el Gobierno paga a cazarrecompensas por retirar de la circulación a los replicantes. No hay naves espaciales que vuelen más allá de Orión y del Círculo de Tannhäuser. Todavía estamos pensando en la mejor forma de viajar a Marte.  

Pero hay aspectos de este mundo en el que vivimos, noviembre de 2019, que vistos desde la perspectiva de 1982, el año en que Ridley Scott estrenó su película, nos hubieran parecido parte del escenario de una distopía. Ya nadie, salvo los necios, discute la realidad del cambio climático o de la subida del nivel del mar, que anegará islas y costas. La contaminación envuelve a las grandes ciudades y en Nueva Delhi, seguramente la metrópolis más afectada del planeta, los ciudadanos respiran veneno en cuanto pisan la calle.  

No tenemos androides que amen a otros androides, pero la inteligencia artificial y la tiranía de los algoritmos, hace posible que ya existan textos escritos por máquinas en los periódicos. Y videollamadas. Y ovejas clonadas. Y coches sin conductor.  

Es noviembre de 2019 y en el Bierzo el carbón está muerto, la térmica de Compostilla, condenada, y se habla de una empresa china, ¿de verdad?, interesada en instalar una fábrica de baterías.  

Es el tiempo de Rick Deckard y de Roy Batty. En Estados Unidos gobierna un xenófobo. En Rusia hay una falsa democracia. El Reino Unido se aleja de la Unión Europea. China extiende los tentáculos de su economía sin libertad política. La gente se cree las mentiras que crecen en redes sociales. Y en España aflora la extrema derecha y un partido que culpa de todo a los inmigrantes, quiere privatizar las pensiones y abolir la Ley de Violencia de Género, obtiene 52 diputados.  

Con una sociedad polarizada por los extremos, con Cataluña soliviantada y gente que grita «¡a por ellos!», a ratos parece que 2019 sea un refrito de 1936. Y no encontramos la forma de volver al futuro.

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