Diario de León

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Leo en la prensa que en Japón ha sido detenido un pensionista por llamar 24.000 veces a su operadora de móvil, para protestar por el mal servicio. Unas 33 veces al día, durante dos años. Pobre señor Akitoshi Okamoto, cuánto ha de dolerle el dedo índice. Mucho castigo me parece la cárcel, para este nipón de 71 años. ¿No se le podría haber atendido a la primera su queja? O al menos, tras las primeras 3.000 llamadas, como hacen aquí. No confundamos perseverancia, virtud cívica, con dar la brasa. El ajo, se repite y no lo erradicamos de nuestra gastronomía. También la Historia, aunque su repetición nunca es exacta, pues no es posible contar dos veces igual el mismo chiste sobre Napoleón. ¿Acaso no se repiten los políticos? ¿Y no se repiten elecciones? También este columnear mío conlleva un ir y volver sobre lo de siempre. No nacemos pesados, nos lo vuelven. La operadora del señor Okamoto, el gigante KDDI, en vez de denunciar a su cliente ha debido realizar una investigación interna para averiguar qué le pasaba. Y después de atendido, regalarle un llavero de la empresa. Admitámoslo, sin fijación no se superan las dificultades. Ya quisiéramos que se nos hiciese caso a la primera, sin no tener que recurrir al dale que dale que dale. No hay tesón sin pesadez. Cuántas veces debió de preguntarle Cervantes a su mujer, la sin par Catalina, si empezaba con «En un lugar de La Mancha…», «En La Mancha, en un lugar…» o «A cuatro leguas de Pinto y a treinta de Marmolejo». Ahora a todos aplaudimos la elección, pero hasta que llegó a ella hubo de dar en casa mucho la matraca. Ser o no ser, esa es la cuestión. Pero como tampoco hay que convertir tu factura de telefonía en un harakiri, el señor Okamoto llamaba al número gratuito de atención al cliente.

No estamos ante un kamikaze del móvil. Llamaba para exigir servicios contratados en inteligible. Tres hurras por su índice.

Esas 24.000 llamadas ni siquiera prueban que sea un pesado patológico. El pesayin y la pesayang que precisaría un chino. Sí prueban, en cambio, que no acepta por respuesta un «sayonara, baby», además espetado por una máquina. Lo mismo llamaba para protestar porque la operadora le llama mucho. ¡Libertad para el señor Okamoto!

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