Diario de León

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Con la primera andanada solo se movilizó la coña. Con la segunda, la estadística, algo alarmada. Y a la tercera, los estadistas, algo tarde, en su papel. Pero al final, a los gallos del alboroto se les pusieron tiesas las voluntades... «¡que vienen dando, vaya hostión, cúbrete! -les decía Peláez en el correo-; ríete, Trump, tomástete a fábula el ¡que viene el virus! y razón tenías, no era un lobo... ooooole tu gracia salada, Bolsonaro, ¿pasas de mascarilla por ser un bocas o por comerte el bicho a bocaos?... ay, Borisjohnson, que me parto el culo contigo, ¿de verdad pillaste el virus por abrir tanto la boca o es que te infectaste para poder mear anticuerpos por ti mismo, ya que no está en tu mano inventar la vacuna que todos persiguen con ávidos ojos de patente y tesoro?»... Peláez enerva el tono: «Hoy, rendidos a la evidencia de que no hay muro ni valla fronteriza donde exigirle visado al virus, estos mandatarios y sus devotos le siguen echando broma o chulería a la tragedia, qué jodíos, saben que cuando se salga de esta, ellos seguirán ahí. Entonces, ¿de verdad cree alguien que por acabar la humanidad escocida y quizá escarmentada de esta pandemia «ya nada será igual», como pronostica tanta mente instruida y desea toda gente de buena voluntad?... uf, un cambio demasiado drástico en tamaño y tiempo, ¿no?... cambiarán algunas reglas de urbanidad y obediencia, se recortarán alegrías, pero lo esencial, el sistema, se fortalecerá, no hay recambio a la vista, salvo el comunismo capitalista chino, que ya jode lo suyo y todo lo que aún invadirá... ¿es que acaso puede Don Dinero perder su corona?, ¿quién es el rey del mundo?, ¿quién gobierna la vida estirándola o quitándola?... nuestra velocidad de crucero en gustos y consumos es tal, que solo la inercia hará seguir un tiempo largo las mismas leyes y mercados que, al final de la conmoción, morirán algunos y otros recrecerán entre orgías financieras.... tranquilos, pues, volveremos a lo mismo o parecido con algún se acabó lo que se daba. Pero este mundo cambiará, el eco insiste. Y resiste Peláez... a que no.

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