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Editorial | Medidas de ayuda y estímulo frente a la caída de la producción y el consumo

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El Producto Interior Bruto de Castilla y León registró una caída sin precedentes del 18,8% durante los tres meses de mayor afectación del covid a nivel económico y sanitario en la comunidad autónoma, convirtiendo la contabilidad correspondiente al segundo trimestre en la peor de toda la serie histórica. Esas cifras suponen un agravamiento muy preocupante de la recesión ya registrada en el anterior trimestre, en el que se experimentó una caída del 3,2% del PIB.

Todas las previsiones iniciales y las decisiones tomadas por las administraciones en la primera fase de la pandemia, que parecieron suficientes en aquel momento, se han visto desbordadas. Y, lo que es peor, la situación general se dilata y se agrava con la aparición de rebrotes que alejan el fin de las dificultades, que algunos expertos prolongan en al menos dos años. Europa, que respondió a la gran pandemia con estímulos y ayudas orientadas a mantener el tejido económico y la capacidad de demanda de los consumidores, quizá debería ir pensando en que todavía pueden ser insuficientes porque el problema es bastante más grave de lo que era previsible.

Cinco meses y medio después de la declaración del estado de alarma, las señales de recuperación de la economía —en Castilla y León a la vista de estas cifras inequívocas y en general en todo el país— están muy lejos de lo que se anunciaba antes de julio. Eso hace previsible que algunos de los apoyos con recursos públicos a la supervivencia empresarial y al mantenimiento del empleo van a seguir siendo todavía muy necesarios, como lo serán también los específicos de la Unión Europea, precisamente para la prórroga de la cobertura de los Erte.

En ese contexto parece imprescindible más que necesario que las fuerzas políticas y sociales busquen vías de flexibilización que permitan disponer de un marco presupuestario razonable que establezca los márgenes y las posibilidades de actuación. Pero también para que el conjunto de los agentes económicos, incluidos las instituciones y la sociedad civil, no sigan empeñándose en ver a este país como el territorio del pesimismo en el que la confianza es imposible de restaurar.

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