Diario de León

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Cada generación tiene ante sí el dilema de considerarse estación término o principio de algo nuevo, la duda de si con ella se finiquita un modo de entender la existencia y estar en el mundo o, por el contrario, principia una era nueva, donde el progreso traerá a la humanidad una secuela de la edad de oro. Fíjese si es antigua la disyuntiva que incluso el muy sabio Cicerón, en tiempos de Julio César, pensaba lo mismo que todos los ancianos del mundo: que su tiempo se despeñaba hacia la vulgaridad y el caos, cuando quien se estaba despeñando por el abismo de los años era él. En esos mismos días producían sus obras Horacio, Virgilio, Lucrecio y Catulo, el culmen de la cultura clásica romana.

Todas las filosofías derivadas del judaísmo, desde el cristianismo al marxismo, creen en el sentido ascendente de la historia, que esta está en camino hacia algo mejor, llámese paraíso o dictadura del proletariado, después de lo cual acontecerá el fin de la historia sobre el que ya especuló Fukuyama. Sobre lo que no nos ponemos de acuerdo es qué sea ese «algo mejor», es decir, sobre los contenidos de esa nueva época dorada. En nuestros días, la tendencia más poderosa es la ociocracia o gobierno de la vida por el hedonismo. Lo lúdico y divertido, lo que podemos englobar dentro del entretenimiento, no es que haya desplazado a la cultura, sino que parece ser el centro de nuestras existencias. De hecho, desde la política a la enseñanza, todo lo que no se aborde como entretenimiento, está condenado al fracaso o a las afueras de la sociedad. Ejemplos sobran. Ponga la televisión y cuente a ver cuántos programas no se plantean desde ese punto de vista.

Uno a veces se pregunta si la evolución es separar la basura en tres bolsas distintas y la cultura, tener doscientos canales entre los que elegir con qué aburrirnos. Hace ya algún tiempo, escribí un ensayo sobre cultura e internet que titulé Ciberadaptados. Hoy pienso que lo debería haber encabezado de otro modo, que quizá me dejé deslumbrar por la tecnología. Diveradaptados habría sido más apropiado. Me parece que el ser humano corre sin mirar atrás hacia el ocio por el ocio, cada vez con menos complejos, abandonando en la carrera las zapatillas que le hicieron posible llegar hasta aquí. Mal vamos, escribiría ahora, pero me acuerdo de Cicerón.

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