Diario de León

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Cuando los mapas didácticos de las viejas escuelas o enciclopedias incluían dibujitos en cada provincia para destacar sus cualidades productivas, sobre León se estampaban un castillete de mina, una remolacha, una vaina de alubias y una retorta, vasija de cuello largo y fácido emblema de la industria química que en esta ciudad tenía su esplendor y cuatro patas para un banco estable: Abelló, Antibióticos, Syva y Ovejero. La primera se esfumó tras meterse ahí en sociedades Mario Conde, que pilló después Antibióticos, penúltimo escalón para asaltar Banesto y, desde entonces, Antibióticos (conseguir ahí empleo tenía entre cazurros tanto rango como el de funcionario) no ha dejado de dar tumbos amenazando incluso alguna vez con irse a China, donde las fábricas funcionan con solo una pila... una pila de chinitos estajanovistas pechando y cobrando calderilla. Pero quedan las señas propias: Laboratorios Ovejero, que ahora irá a manos catalanas si se aviene a la oferta esta  farmacéutica veterinaria  que lleva adelgazando ya unos años hasta la asfixia financiera en que hoy naufraga. Décadas atrás, los Laboratorios Ovejero fueron solo  Santos Ovejero del Agua , su creador, que años antes fundó también Syva (Santos y ¿Va?), que hoy rula sin dar ruido, su mejor noticia.

Por capacidad y genio, Santos Ovejero fue uno de esos raros leoneses en extinción y esenciales en tiempo de zozobra (este): militar-veterinario, investigador, microbiólogo, inmunólogo, miembro de sociedades científicas de varios países o academias de Medicina de Valladolid y Oviedo, impulsor de la facultad de Biológicas, vicepresidente de la Diputación, empresario, decano, amén de cargos y responsabilidades en medio siglo. Sobrepasado en sus finales por problemas familiares, societarios y su progresiva ceguera fatal, Santos se quitó la vida en un rapto de coherencia como lo entendí entonces para escándalo de una ciudad chismosa. Miguel Cordero, discípulo y amigo, me lo agradeció y anunció los avatares que vendrían a la empresa. Vinieron. Y aun así, cuatro décadas sumó. Hasta aquí.

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