Diario de León

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El humo del incendio de la Serra da Estrela, en el centro de Portugal, ha llegado hasta el cielo de Madrid. En la sierra portuguesa trabajan casi mil trescientas personas y el fuego ha quemado más de veintitrés mil hectáreas desde el pasado 6 de agosto, según las mediciones del satélite Copernicus. Y es tal la magnitud de las llamas que el olor y la neblina del incendio han cruzado media Península Ibérica, arrastrados por el viento.

En la Serra de la Estrela, uno de los parajes naturales más hermosos de Portugal, el fuego parece interminable. Como lo parecía en la Sierra zamorana de La Culebra. O en la Tebaida berciana, que ha ardido por segunda vez. O en Valdeorras, cuando las llamas atravesaron hace unas semanas el río Sil y obligaron a desalojar a los vecinos de San Pedro de Trones.

En Las Landas francesas, otro gran incendio forestal que se creía apagado, pero que ha sobrevivido agazapado bajo tierra, obligaba hace unos días a cerrar la frontera en Irún al tráfico de camiones. Los atascos, los retrasos, la falta de estacionamientos, soliviantaron los ánimos de los camioneros. Francia ha tenido que pedir ayuda para controlarlo.

Y en Bejís, al sur de Castellón, un grupo viajeros saltaba el martes de un tren que no acababa de dar marcha atrás para huir de otro incendio y once de ellos resultaban heridos de distinta consideración. Tres bomberos que trabajaban en el mismo fuego han sufrido daños, además, afectados por un cambio de viento.

Así que no se me van de la cabeza las palabras de Anuncia Díaz, vecina de La Arquela en Puente Domingo Flórez, que a finales de julio vio cómo el fuego se plantaba a las puertas de su casa, de repente. El frente estaba adormilado en la ladera de la montaña, contaba, cuando se produjo un resplandor vivo, un ‘relustro’, me dijo en gallego, como el de las tormentas. Y las llamas devoraron en un momento lo que quedaba de ladera, hasta el punto de que Anuncia llegó a temer por su casa.

Aquel incendio está apagado. También dejarán de arder el fuego de Las Landas, el de la Serra da Estrela y el de Bejís, como se extinguieron los de la Tebaida y la Sierra de la Culebra. Pero que nadie se engañe. La naturaleza, debido a la despoblación y sobre todo al cambio climático, es ahora mismo un polvorín. Y nos ha estallado en las manos.

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