Diario de León

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Resulta que llamar ‘putas’ a las mujeres es una muestra de cariño y de colegueo. Así lo entienden algunas estudiantes que viven en colegios mayores de Madrid, que se han manifestado públicamente a favor y en defensa del grupo masculino de un colegio próximo que en nombre de la costumbre y un supuesto ritual de convivencia las llaman a gritos ‘ninfómanas’. Yo viví en un colegio mayor de Madrid mientras estudiaba la carrera. De eso hace ya cuarenta años. Jamás escuché ni viví una situación parecida, ni de lejos, a lo que muestran las imágenes que hemos visto estos días, aunque las bravuconadas y las ‘machiruladas’ del algunos jóvenes siempre han existido, sobre todo cuando se muestran en manada. Las campañas de formación e información no han conseguido desterrar aún esos estereotipos masculinos, tan poco saludables. Lo que más me sorprende de este espectáculo es que ahora se defiendan los insultos como un ritual de convivencia, lo que me lleva a una reflexión. ¿Qué tipo de vida en común acepta la juventud? y ¿en qué lugar de esa convivencia se quedan las mujeres y los hombres que se atreven a no participar y a criticar esos comportamientos? El grupo les relega. Una vez más nos encontramos con la presión social para aceptar relaciones tóxicas que se inician en la infancia y perduran en el tiempo a veces de una manera tan sutil que el acosador vende como broma (lo que ha ocurrido en el colegio mayor) una humillación en toda regla, pero que el grupo acepta como gracioso para no quedar excluido. Si en una broma grupal hay una sola persona, una sola, que no se ríe, la chanza sólo beneficia a quien la realiza. Me pregunto si algunas de las chicas que viven en el colegio mayor de Madrid objeto de los insultos será capaz de dar un paso adelante para posicionarse en contra de esos rituales supuestamente aceptados por la mayoría. Hay que ser muy valiente para asumir ese riesgo sabiendo que se convertirá en la diana de otros insultos velados, aislamiento y rechazo grupal además de cargar con etiquetas de los peores calificativos posibles. Esto no pasa sólo en los colegios mayores. Según un estudio del Instituto de las Mujeres publicado recientemente sobre La sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español cerca de seis de cada diez jóvenes que mantienen relaciones sexuales lo hacen sin apetecerles, en algún momento, con sus parejas sean estables o no. El temor al rechazo en la etapa escolar, universitaria, familiar, laboral o de amistad es un campo abonado para el acoso. Identificar los insultos como parte de un ritual de convivencia sólo posiciona en un lugar predominante a una de las dos partes. Esta polémica me trae a la memoria el libro de Miguel Lorente Mi marido me pega lo normal. ¿Cómo podía justificar una mujer el maltrato? Escuchar a chicas aceptando estos insultos me recuerda a ese momento de lucha contra la violencia de género. No aceptéis nunca ni que os levanten la mano ni os insulten. Nunca. Tampoco si forma parte de un ritual o una broma. Ni ritos ni ritas.

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