Diario de León

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Como buen leonés soy hijo de la berza y de la hogaza, pero más que nada ahijado de la sebe, mi adorada madrina con propina de moras y majolinos, brunos ciegos y perunos, endrinos y tapaculos. Y si en la sebe se intercaló algún guindo, ciruelo o albérchigo, a escalada tocan. Mi paisaje infantil de escaramuza y selva fueron las sebes inacabables de unas Eras de Renueva que eran sólo eras, praos y huertas, parcelas cerradas con tapia vegetal, seto vivo que aquí se llamó siempre sebe, la que sirve mejor que nada para definir al cazurro azorrado y reservón, « leonés: paisano con boina detrás de una sebe », achusmando, espiando, escondiendo la intención. Y he llorado cada vez que la maquinaria de los concentradores parcelarios arrasó estos linderos zarceros con sus chopos o paleras, pasando después la trahilla para alisar el paisaje vegetal destruido haciéndolo lapidario, huérfano de parapeto y pajarada, mendigando una sombra que ya no es posible en una red de líneas rectas que insultan a la curva natural y a la reguera sinuosa que tantas veces mojaba los pies de estas cercas enramadas; y así el valor biológico de estas sebes, y no sólo su impagable alarde paisajístico, murió sin responso mientras el ingeniero cantaba un tedeum triunfal al progreso agrícola. Y aquella sebe ya no se ve.

Viene esto al hilo de un librazo de Víctor Casas editado por la Diputación, « Sebes, los paisajes culturales leoneses », un primer compendio sobre el tema y un tratado del paisaje modelado por agriculturas y ganados, pradería de diente o guadaña, surcos hortelanos o de pan llevar. Y por razones de herencia e identidad paisajística debería obligarse a ediles y juntas vecinales de los 1226 pueblos leoneses a que lean este libro y aprecien y acaten el altísimo valor que tiene cada sebe, como ahí se demuestra incontestable, y dicten después ordenanzas en su defensa, pues hay linderos de sebe y árbol que no variaron en siglos, más viejos que la propia Catederal, o sea. A cinco minutos de aquí te enseño una docena de ellos. Y en tu pueblo tampoco faltará alguno.

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