Colinas, altozano

Entre poetas sólo algunos lo son, los demás tan sólo están. O ser poeta o estar en ello. Es la cuestión. Quien lo es siempre encuentra dentro de sí el manar y el que sólo está beberá siempre en fuente ajena. Más o menos así nos lo explicaba un ceremonioso profesor de Literatura que tuvimos en los dominicos, el padre Felipe Lanz Yoldi, que se lucía en carlistón como navarro de cepa al iniciar cada curso recreando con detalle la epopeya del crucero Baleares en la guerra civil española como si tuvieran poesía redentora aquellos zambombazos de la Marina nacional y aquella insistencia en justificar una guerra glorificándola como cruzada. Pero lo de «ser poeta» se me quedó tan grabado, que a la memoria vuelve si asoma en la noticia o en la cita Antonio Colinas por parecerme más poeta aún en su entraña que en las formas, en su música vital más que en la palabra precisa. Ser poeta. Colinas lo es. Un poeta que no grita. Poeta de cincel y maza si la vida es piedra, poeta de caricia y roce si la bestia es parda.

Que anteayer le designara doctor honoris causa la Universidad de Salamanca es algo que a ella, académica palanca , le honra no menos que a nuestro fecundo bañezano de brillos íntimos, cuya melena cana me evoca tanto a su paisano Odón Alonso, un músico de los de ser, lo mismo que poeta es Antonio... poeta en Colinas sin loco invitándote a contemplar el vivir y el pasar desde su altozano para huir de nieblas y estas bajuras de vulgaridad al ras.

Dejadme dormir en esta ladera

sobre las piedras del tiempo,

las piedras de la sangre helada

de mis antepasados:

la piedra-musgo, la piedra-nieve, la

piedra-lobo.

Las letras leonesas tienen un trípode antoniano que quizás no seapamos valorar por tan familiares que nos parecen, paisaje archisabido de no saberles ni leerles bien, tres Antonios: Colinas, Gamoneda y Pereira, a los que poder releer en cualquier momento o sentimiento porque cada vez nos serán pura novedad... y porque desde aquí, desde el corral, logran ser universales.