Diario de León

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Hablemos de belleza, término escurridizo. Asistí a la entrega del mural del pintor leonés Daniel Verbis, en la nueva aula de grados de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León. Pero antes fui a presentarle mis respetos a la gran escultura de don Quijote, obra de Víctor de los Ríos, que embellece el Campus. «¿Lo clásico y lo nuevo?», se me preguntará. Más bien, lo nuevo y lo reciente. El clasicismo —cuando no es mera etiqueta— conlleva estar en permanente renacimiento, y sin necesidad de morir antes. No hubo cambio brusco de temperatura entre ambas contemplaciones. Por encima de las cronologías, las mejores creaciones conviven en nuestro interior si hallas la puerta que las conecta, pues la Historia del Arte dialoga en nosotros. Esto no niega las jerarquías de calidad, las hermana. El mural, titulado Todas las palabras a flor de piel, es también muy bello. El paso del tiempo desvelará si es obra clásica, e intuyo que sí. Artista y creación fueron presentados por el rector, García Marín, el decano del centro, Matas Caballero, y el historiador Roberto Castrillo. A través de la belleza del mural, este espacio funcional es además atmósfera. En sutiles tonos azul metálico, nos muestra formas inconcretas vigiladas por dos máquinas de escribir que, a la manera de un dios Jano bombean letras. Como hipótesis abierta sobre el origen de tales signos, Verbis apuntó a armadillos, corazas, abanicos, hojas, libros, cortinas… y a los pliegues de las túnicas de los monjes plasmados por Giotto en El entierro de San Francisco. Se dice en el Eclesiastés: «Nada nuevo bajo el sol». Pero hay que volver a pintarlo y a contarlo. Todo está ya hecho y —a la vez— por hacer.

Debe de impresionar que te concedan un cum laude ante este mural de 9 metros de largo. «¿Y si te dan una calabaza?», preguntará mi lectora más cáustica. También, las penas con belleza son menos.

Lo que es solo novedoso nace con fecha de caducidad, lo auténtico permanece siempre nuevo. Cervantes escribió la primera novela moderna, nació nueva y lo sigue siendo. Pura autenticidad. O sea, belleza. Sí, el corazón hermana por encima de las cronologías, solo hay que dar con la puerta de acceso… y está dentro de nosotros.

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