Diario de León

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No hay nada comparable con la sensación que se siente cuando se suelta. Soltar es mi actitud favorita en este momento de mi vida. ¡Ojo! Soltar no es renunciar. Con el tiempo se aprende la diferencia. SOLTAR músculos con ejercicios variados. Estirarlos tanto como las pruebas de estrés a las que antes se sometían los bancos —hace años que no escucho esa expresión vinculada al sistema monetario—.

Si pruebas a estirar los músculos, en cualquier parte del cuerpo, incluido el cerebro, notas después una levedad de tal magnitud que no hay relajante muscular químico que lo supere. Hasta soltar el aire de manera controlada beneficia. Cada cual que experimente sus límites. SOLTAR prejuicios.

La humanidad está en constante evolución. Las ideas por las que hoy algunos son capaces de matar «serán como lágrimas en la lluvia» (Blade Ranner) más pronto que tarde. Pretender que todo evolucione sin que nada cambie es como dar cabezazos contra una pared para que se mueva. Nada cambia si «te mantienes en tus trece», el número de la mala suerte. ¡Ojo! Eso no significa que no tengas tus límites. Esa barrera sólo la pone cada uno. SOLTAR cosas. En las redes sociales hay todo un submundo de consejos y experiencias para abordar lo que ahora llaman «depurar» para dejar espacio. En mi casa mi madre lo llamaba «hacer sábado». «¡Mañana hay que hacer sábado!», decía cada viernes por la noche.

Y con las claras del día ya estaba organizado el zafarrancho de combate.. ¡Ojo! Esto no significa que haya que tirar la casa por la ventana. Sólo limpiar y eliminar de nuestra vista lo que ya no nos hace felices ni nos aporta nada bueno y nuevo. SOLTAR pensamientos. No caben todos en la cabeza y cuando acumulamos espacio es como superar el almacenamiento de nuestro ordenador o teléfono móvil. O aligeras o se bloquea. Hay que revisar cada noche esas ideas que otras personas han colocado en nuestra mente, seleccionar las que nos son útiles y borrar las que no nos aportan, por muy buenas y provechosas que sean para otros.

Nuestros pensamientos y nuestros actos nos definen, no nuestras palabras. «Hablar bajo y obrar alto». SOLTAR sentimientos. Aliviar la vida de cargas sentimentales, liberar peso de la mochila. ¡Ojo! Eso no significa involucionar al egoísmo más recalcitrante. Amar y querer no es disponer de la vida de otras personas, y la envidia y los celos son humanos y habituales. Lo que marca la diferencia es cómo nos manejamos con ellos. La elección de los caminos nos define. El error que cometen los «abusones» de turno es interpretar como una debilidad si los derroteros por los que transitan otras personas no encajan en su ideario. ¡Ojo! Si no te gusta lo que lees ¡Suelta!

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