Diario de León

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Un eurodiputado cobra 8.995,39 al mes; nueve mil del vellón, no en reales, ni en pesetas, ni en bolívares viejos. Esto se cuenta, así, en la red, en sitios que se jactan de no incurrir en bulos, lo que ahorra el comodín de la llamada que supone preguntárselo directamente a los interesados. No deja de ser un poco grosero, abordar a alguien, eh, tú, cuánto ganas, por más que apoquines al sueldo. Además de los nueve mil, cada ungido dispone de 324 al día, para gastos, en ese vaivén azaroso entre Bruselas y Estrasburgo, que no es picar carbón y piedra, pero se le parece. Y más complementos, con lo este techo de instrumento piramidal que ordena del declive de Europa sale de media y cabeza por quince mil. Al mes, no al año. La grasa es imprescindible para llegar a temas mayores, a los que incita sin querer la clase política. La ley está para cumplirla, retó una señora de Soria representante terrenal de Sánchez, al hilo de un jaleo derivado de que el pagano se ha cansado de enviar reses al sacrificio del altar de la burocracia europea, para saciar la sed de la tía Úrsula y quienes la sostienen. Cumplir la ley, y saber quién votó la ley; que ordena matanzas de rumiantes sanos con el fin de acabar con un bicho que no tienen y que vive y colea a lomos de jabalíes, tejones y venados. Hay muchos osos, dicen lo que venden trampas para osos. La ley que no es igual para la Alemania escrupulosa con las fresas, ni la Holanda del BBB; Inglaterra se la sacudió de encima al salir por la gatera del Brexit. Hasta que Gallardo subió a la montaña del Esla y puso pie en pared contra la máquina de picar carne que es la decadente Europa, se sucedieron tres décadas de matanzas infames; corre un torrente purificador desde que Felipe regó los olivos de Jaén con sangre ganadera de León. Ya ven, no hay negocio próspero en el que el socialismo no tenga alguna acción. Por empatía, estas letras se dedican a Eladio Herrero, al que el lunes rompieron la crisma de un porrazo en Salamanca por defender la dignidad de los que sufren. En Salamanca, la blanca, está la resistencia. Hay una pieza brillante en Siete Caníbales en la que Rocío García Alonso, de la Finca de la Huérfana, lo deja tan clarito como Felipe Zapico con el Cuatreros de ganado, en el tren de Matallana.

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