Diario de León

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No entiendo de fútbol ni para distinguir un fuera de juego pese a que he contado más de uno. Seguí con ansia el mundial de Estados Unidos en el 94 y sufrí con la derrota de España ante Italia aquel verano. Hasta derramé alguna lágrima mientras veía a Luis Enrique con la cara ensangrentada tras el codazo de Tassotti. Durante una época de mi vida hasta fui a ver partidos de regional en pleno invierno escogollando pipas para matar el frío y el aburrimiento. Pese a todo, el fútbol nunca me caló.

Y así sigue siendo, pero eso no quita que de vez en cuando me contagie de la locura futbolística que nos invade. Tiene más que ver con lo humano que con el balón. Es esa alegría del ganador, del esfuerzo que tiene su recompensa, de las lágrimas de felicidad, de las historias de superación lo que me fascina del fútbol y de cualquier otra cosa.

Por eso me ha sabido a gloria la victoria de las chicas de la selección española de fútbol. Porque han ganado, sí, pero también por todo lo que eso significa.

El deporte rey ha sido durante demasiado tiempo ‘cosa de chicos’. Excepcional, aunque por suerte cada vez menos, ver a niñas o (más raro todavía) ver a mujeres calzándose las botas con tacos y este triunfo ha venido a corroborar que algo está cambiando. Porque la igualdad se conquista en todos los ámbitos, no sólo en los que más se ven ni en los que mejor quedan. Y porque esto no va de palabras bonitas ni frases rimbombantes; va de algo importante, que es real y necesario: la igualdad. Y no hablo de igualdad de cartón-piedra, hablo de algo con lo que convivimos todos los días y que ven, oyen y sienten los niños y niñas. Ni el rosa es de niñas, ni el fútbol tampoco. Porque todavía hay muchos que se callan para no suscitar polémica pero que piensan que a las mujeres se nos ha reservado un papel inferior para algunas cosas. Cobardes que ponen buena cara delante de los demás pero que en sus círculos de confianza sacan a relucir lo que ellos creen que es masculinidad y que no es otra cosa que estupidez supina.

Al margen del intolerable beso sin permiso de Rubiales a Jenni Hermoso, que es una muestra más de que queda mucho que atajar dentro y fuera de los campos de fútbol, las chicas de la selección han hecho algo muy grande. Han hecho historia, con mayúsculas, y no sólo deportiva. Eso es lo importante.

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