Diario de León

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No me se amosquen los tenores del Coro de Exaltación del Ombligo ufanados en proclamar que los leoneses (¿qué leoneses?) inventamos la democracia parlamentaria o elevamos la aldea al rango de independiente (¿de quién?) con la genial autocracia de la junta vecinal , primigenio concilio de los homes llibres que parieron un «León sin el que no hubiera España» (alarde cantarín, algo fatu y baladrón, todo sea dicho). No se me amosquen, pero parte de nuestras juntas vecinales dejaron hace tiempo de ser paradigma de nada para convertirse en cosa nostra de los cuatro gatos (no necesariamente los más sagaces u honrados) que quedaron en tantos pueblos de diosnoslibre gobernando su patrimonio sin someterse a más supervisor que su mesa camilla con faldas a modo de toga para ocultar lo que le arrima al brasero cada cual. Que once juntas vecinales estén hoy sin candidatos que quieran regir el estaribel (y sin secretario) se hizo noticia-alarma, pero quizá sólo indica que no hay mucho bacalao que cortar o que son más las penas que los gabrieles. Cuando en un pueblo eran trescientas almas, la junta dictaba el interés general , pero ¿lo llamaremos interés particular si las almas no llegan hoy a media docena?, plantea Peláez. No extraña, pues, que juntas vecinales rendidas anteayer a sus municipios quieran ahora recuperar su personalidad juridica... y la manteca. Pamí la yunta; o sea, los bueis.

En la invasión de latifundios solares y bosques aerogeneradores se están viendo estas flaquezas de la junta vecinal que se encomienda tan sólo al diablo ¡y no hay más dios! para abrir las puertas a empresas raras y negociantes lejanos que buscan campar aquí a sus anchas... y lo consiguen; ¿acaso no es ya guantazo en el ojo tanto molino y placa como vemos por todo lugar y horizonte?... Pradatope cree que no está ganada del todo la guerra que encabeza contra la puta invasión renovable que no respeta lugar, porque hay pueblos de acuerdo o necesitados de la calderilla que les darán. Y rinden su pendón a la Mafia del Calambrazo , remata Otavito.

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