Diario de León

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Estábamos en casa viendo una de psicópatas, que es como en la mía matamos el rato antes de irnos a dormir, pues son las preferidas de mi mujer, cuya afición a la novela negra le capacitaría para cometer cualquier crimen perfecto, salvo el mío —espero-, cuando me sonó un mensaje en el móvil. Era el leonés Carlos Suárez preguntándome —desde Madrid— si estaría dispuesto a presentar aquí su nueva novela: La suicida nueve veces apuñalada (Stirner). Dispuestísimo, aunque no la había leído entonces y a no conocernos en persona, salvo de vista. Tampoco conozco a Homero y le presentaría la Odisea. Tengo olfato para los títulos, y le di al suyo el sí quiero. Acerté: me ha encantado. Además, por motivos que ignoro, últimamente solo me piden presentar guías de hipofosfatos. En cambio, esta historia salen un «detective andante» llamado Cervantes, un lanzador chino de cuchillos, macizas sobre las que rebota el sexto mandamiento como en una cama elástica, periodistas, corruptelas, guiños cinéfilos/literarios, un partido nudista, comicidad desatada… Preguntarme si quiero presentar algo así es como preguntarle a Paquirrín si ese póster de Playboy es suyo. Di rápido el sí quiero, no fuesen a levantarme la presentación.

Este viernes, a las 19 horas, en el Albéitar, el autor y este juglar de columnas les hablaremos de La suicida nueve veces apuñalada. Quienes fuimos niños en el último franquismo compartimos algún trauma generacional menor, pero al menos no tenemos manía a la ducha, como la madre de Norman Bates. ¿Qué si estaría dispuesto a presentar una novela con tal título? No solo nueve, incluso diez veces. Ni siquiera pregunté dónde y en qué siglo. Vale, tuvo algo de cita a ciegas, pero ¿quién dijo miedo? Y menos, al humor. Qué trama tan gamberra e inteligente, qué caos tan bien organizado. Tronchante. Periodista jubilado, hijo de Andrés Suárez —quien fue rector de la Universidad de León —, unió sus destinos a Emilia Marcos, cuyo padre dirigió este periódico. Era, pues, una propuesta que no podía rechazar. Por ello, di en un santiamén el sí quiero agradecido, no fuesen a levantármela Holmes o Colombo; en esto de presentar libros descacharrantes, quien no corre, vuela… tal cuchillo de Fuman Cho.

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