cuerpo a tierra
León que alza el rabo
Brindemos por una idea de alcaldía que no es municipal y «estesa». Descorchemos un cava berciano por la iniciativa que se lanza desde una oficina del ayuntamiento y es hermosa e inútil como una flor de plástico, como un zepelín o como un huerto ornamental. Una idea grácil y etérea, bella y fabulosa, porque tampoco vamos a pararnos en barras en detalles como que cueste un millón de euros del ala o esté destinada nada más a la diversión de los más pequeños ese león mastodóntico que ya están fabricando para juego infantil en la lejana Finlandia y que muy pronto se ubicará en la explanada de los Pendones Leoneses. Casi siete metros de león hasta la cresta, por lo que nos han mostrado, con el rabo en alto. Y que, si existiera oposición, exigiría que por lo menos gruñera alto y claro un feroz «arriba las manos».
Desde luego, qué ganas de litigios tiene alguna gente: mira que ponerse a ver si es económico y útil algo, eso no son formas de llevar la contraria, desde luego aquí no se puede con tanto reaccionario como transita por las calles peatonales, semipeatonales o turísticas. Se va a promover algo que no son cuatro paneles publicitarios erectos en las estaciones de metro madrileñas, ni es traer los fogones de un programa de cocina y ponerlos a los pies de la catedral con un churro de cartel que reivindica ser capital gastronómica (¿capital de dónde?), ni es «ocultura» siquiera. En el vientre de ese león, al que por lo menos no se habrá de entrar por las fauces, jugarán nuestros niños, sabiendo siempre donde están sin sombra de duda, aunque todavía no dominen las primeras letras.
Ojo, que, pese a la chanza, no dice uno que la propuesta municipal no vaya a encontrar su público, incluso entre los aficionados nocturnos al botellón, sino nada más que pertenece a la estirpe de los sonetos de trece versos, las docenas de diez huevos, los triciclos de dos ruedas y los dúos de un solo miembro, que son todas cosas admirables y que existen. O a la de las avenidas para el paseo mal iluminadas, calles peatonales de día porque de noche no se ve lo suficiente para diferenciar si son calles o senderos que se adentran en un tenebroso bosque. O en el estómago a punto de comenzar la digestión de un imponente rey de la selva.