Diario de León

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Anda como siempre el molino del mundo girando sin pausa. Allá mueven feroz guerra el ruso y el ucranio por un palmo más de tierra mientras el dios Marte toca la trompeta. Pero acá, todavía lejos, les quedan fuerzas a los días para seguir estirándose, tensos, como queriendo romper el invierno. Llega otro año. Así que a guirrio muerto, guirrio puesto parece seguir proclamando una vez más el Santo Antruejo mientras va sacando del envés de su capa un puñado de coloridos personajes. Muñecos alegres que esparce con un latigazo del revés de su mano sobre la mesa.

Allá van los zafarrones de Omaña con sus trajes blancos y sus negras caretas de madera alumbrando la estancia con el fuego de sus antorchas. Allá jurrus y castrones, con su gesto satánico, luchando por hacerse con su castillo. Allá toros y toreros, allá viejas, allá madamas, allá gitanos y osos y titiriteros. Allá os maranfallos de Burbia saltando alrededor de su boi y también los zamarrones que hacen rebotar contra las montañas de Riaño los ecos cavernosos de sus cuernos. Brincan los guirrios sobre las aguas del Órbigo mientras requiebran a los toros. Se abren y cierran abanicos, y un arcoíris se despliega llamando al sol y a la primavera. Baila desmadejada sobre su carro la Tarara enseñando el interior de sus enaguas por las calles de Carrizo mientras suenan los tururús y se oyen voces que cantan tetumbos durante la noche alegre del Viernes Llardeiro.

El Santo Antruejo se sienta junto al hogar y observa al desfile saltar de la mesa a las sillas y de las sillas al suelo. Sopla sobre las llamas y esparce por todas partes hogueras y cernada. Se amontonan la urz y el roble en grandes piras y se enciende un fuego que quiere llevarse consigo augurios malos y orines herrumbrosos del pasado. Y saltan los muñecos en torno. La alegría devora al frío y al invierno, y una columna de humo sube por la chimenea. La casa del Santo Antruejo reposa plácida en el monte entre los árboles. A través de sus ventanas crepita la luz y la fiesta. Fuera, la cúpula celeste gira preñada de estrellas. En las luchas que hay allí adentro siempre vence el bien. Fuera, allá lejos, los designios del mundo y de sus vueltas son tan inciertos como la oscuridad del invierno y de la noche.

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