Diario de León

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Veníamos de una España de caciques y pucherazos. Latifundios en el campo. Pobreza rural, concentración de la riqueza. Y un eco imperial trasnochado.

Veníamos de una España de huelgas obreras, terrorismo anarquista y pistoleros de la patronal, que respondían con más violencia a la agitación social.

La Unión Soviética aún no había enseñado su verdadero rostro, aunque algunos intelectuales que volvían del ‘paraíso socialista’ ya alertaban de que detrás de la figura de Stalin, el héroe de la clase obrera, asomaba la sombra de un monstruo.

En Alemania triunfaban los nazis y el país de Goethe alumbraba a un mesías perturbado, megalómano, una pesadilla.

En Italia afloraba el fascismo con otra figura que rozaba el esperpento. Inglaterra vivía como si la fiera no pudiera darles un zarpazo al otro lado del canal. Los Estados Unidos luchaban contra la Gran Depresión. No miraban más allá de sus fronteras.

Y aquí teníamos nuestros propios demonios. El analfabetismo, el catolicismo rancio de la Iglesia, un Ejército acostumbrado a intervenir en la política con pronunciamentos, generales africanistas que se veían a sí mismos como salvadores de la patria, que desfachatez, y agitaban el fantasma del comunismo.

Teníamos una oportunidad. Una democracia, con sus extremos. Un intento de importar el fascismo de camisas negras. Un sindicato anarquista poderoso. Y voces que reclamaban una revolución.

Teníamos un plan; la reforma agraria, los derechos sociales, la enseñanza, la igualdad, el voto de la mujer, el reparto de la riqueza. Teníamos a Lorca y La Barraca. Bodas de sangre. Teníamos a Buñuel, a Dalí, a las Sin Sombrero. Teníamos la Residencia de Estudiantes, la Residencia de Señoritas y el Club Lyceum.

Todo eso teníamos porque tal día como ayer, hace noventa años, nuestros bisaabuelos proclamaron la Segunda República; un intento de transformación social que chocó contra el poder establecido. Un sueño devorado por los extremos. Frustrado por una rebelión militar que al fracasar derivó en una guerra fratricida y en cuarenta años de oscuridad. Ayer fue 14 de abril. Conviene no olvidar todo lo que implica esa fecha. Lo que fue España con Franco y lo que no nos dejaron ser.

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